Mandalas

Santiago Iriel

El orden cósmico del Mandala

Las obras de Santiago Iriel son formulaciones simples, producciones de registro inmediato, implicadas en un orden interno que reflejan el universo natural al que están unidas. 

Traspasar la inmediatez del dominio de la experiencia visual de reconocimiento de cada flor, recorrer progresivamente las fronteras de sus enunciaciones y determinar el alcance entre “lo aparente y lo fundamental”, será el motivo propuesto por este artista, su armazón de fondo, su propio sistema que incluye una inmersión en el cosmos, en la luz original como su fuente secreta que alimenta su evolución pictórica.

Sus mandalas, son diagramas que parten de la geometría que sintetizan esquemas estructurales y simbólicos a partir de una figura directriz que es su centro, su unidad y su totalidad, que en el caso de Iriel es el círculo. Asociando esto con lo astrológico el mandala se transforma en una manifestación completa, abarcativa, armónica que representa un orden cósmico, así la naturaleza contenedora incluye y engloba íntimas significaciones y claros fundamentos en recorrido directo con la conciencia ancestral de lo intuitivo.

El ritmo en repetición, el encadenamiento continuo, la medida áurea de la proporción, tienen un papel importante y hacen a sus leyes internas. Otro elemento fundamental son los opuestos en juego, lo antagónico en tensión aunque en absoluta armonía, formaciones sucesivas portadoras de contenidos sagrados en convivencia, en equilibrio, organizadas en diversos niveles perceptivos visuales y en variadas concentraciones evocando siempre lo eterno de los ciclos propios del universo. Tienen en común esa visión diferenciada que subyace desde las profundidades como una célula originaria desde donde nace su representación, sus coordenadas, su síntesis metafísica, su fortaleza y su plena configuración.

Sus métodos de trabajo son impecables, deja su huella sin fisuras, ninguna mancha nos altera la visión clara, de inquietantes reflejos con un progresivo idealismo que conforman cada imagen, todo el tiempo sugiere esa conexión profunda con el universo, dando fundamento al fenómeno pictórico entre sus manos.

Podríamos hablar de una intensión matemática en sus mandalas, es decir un tipo de información sobre las conexiones regulares observables en la naturaleza, una compilación de efectos en escala geométrica que suman en la visión de estas estructuras analíticas en sus propiedades múltiples, a la vez que sintéticas en sus peculiares conformaciones. Iriel descompone para luego organizar y construir obras desde la esencia de la luz y sus contrastes, al color lo hace aparecer en sus variadísimos cromatismos sin alterar un ápice las superficies. Hay en cada obra una invitación al tacto directo para asegurarnos que cada una liberará por fin su apariencia y se manifestará al tocarlas su sentido último de pureza de las formas su esencia absoluta, su efecto extremo y seductor, y dejará explícito lo autónomo viviente de la naturaleza en acción. Así como una unidad esencial cada obra dejará ver su ley interna y develará su estructura poética.

Quien diría que “la flor” (tan vapuleada por las artes visuales) tiene tanto que mostrar, tanta fuerza en su sustancial conformación. Lo simbólico no se hace esperar, la energía extraordinaria que emanan tampoco, un mosaico abarcativo de diversas frecuencias de acción que dan como resultante desplazamientos únicos de percepción, conceptos y organización compositiva.

Los conocimientos latentes de formas definidas, y conocidas de cada especie, anuncian nuevos descubrimientos, pretextos de Iriel para su Naturalismo Lírico, para su Neo Realismo, que no derrumba los valores clásicos de los dominios de las artes visuales sino que resurgen y gravitan para dar con este nuevo trascendentalismo de un espíritu casi místico.

Lic. Stella Arber

Directora del MAC

 

[Video de la muestra]