Juego de niños

Benito Postogna

Postogna es un consagrado artista que dividió su historia de vida y su historia visual entre la Argentina e Italia, su país de origen.

Desde sus primeros años en el mundo del arte ha trabajado el óleo como material de abordaje directo de la pintura sobre la tela, y ha hecho de la monocromía  de agrisados verdosos su rúbrica colorística.

Siempre ha trabajado con la figura humana como elemento central de cualquier relato visual que haya presentado a consideración del público. Una figuración resultante de un legado clásico en su tratamiento, con innovaciones y sutilezas muy propias y reconocibles ante sus obras.

El artista plantea en sus grupos humanos cierta penumbra monacal, desde la oscuridad y la opacidad en cada cuerpo que aparece en escena, nos tiene acostumbrados desde hace tiempo a una atmósfera sombría, con mujeres pálidas, exhaustas, resignadas a las historias que la vida les impone, a un pasado oscuro y a un presente envejecido. No eluden su desdicha, muestran su desnuda emanación sin ocultar su intimidad, sus angustias pasadas o sus desesperaciones actuales.

Casi como atrapadas en el implacable subterráneo de sus secretos, se muestran victoriosas de mantener a ultranza su propia decadencia.

En esta oportunidad Postogna monta guardia sobre sus secretos y no nos muestra ni enfoca sus obras con ellas como centro de las escenas. En cambio elije a los niños y sus juegos, ligados directamente a atmósferas de antaño, determinando un diálogo fluido entre sus personajes, sumergidos en la espontánea frescura de la actividad, sin otro dato y  sin ninguna posibilidad de que ingrese cualquier torpeza externa que los saque de su concentración.

Son todos antiguos juegos populares, donde se determinan sus reglas, que se siguen a ultranza y donde se conquista un territorio o se persigue un objetivo claro.

Así aparecen en escena la ronda, la rayuela, los zancos, la cincha, la payana, la calesita y muchos mas para dar cuenta de la importancia que tiene para un niño, que su vida gire en torno al juego, le permita estímulos constantes, le genere placer y los ponga en esa actividad lúdica que en definitiva le brindará un desarrollo vital, destacando potencialidades en cada uno de los participantes.

Probablemente en esa descarga de energía, en la fuerza que ejerce el cuerpo en la actividad, ha puesto su mirada el artista, como una manera de pensar y contrarrestar el mundo infantil atrapado en la quietud de las herramientas tecnológicas, donde la energía descansa y se acumula.

De este modo se involucra con ellos destacando la importancia de la acción, del desarrollo de la imaginación utilizando los sentidos, posibilitando la formación de hábitos siguiendo las reglas de cada juego. Sin olvidar en ningún momento el goce como elemento fundamental y enfatiza en el placer de la libertad de acción que se propone con el juego.

Por otro lado se ejercen las reglas de convivencia y socialización que harán mas grata la diversión si se determinan con antelación. En todos los casos los niños de Postogna, asumen su rol, conjugan movimientos rítmicos, representaciones, sonidos de palmas, imitaciones de personajes, diálogos escénicos, todo desde la destreza corporal, la combinación de lenguajes asociados y la competencia del más apto, recreados desde tiempos inmemoriales desde el “ritual” del juego.

Los niños en escena podrían ser de cualquier período histórico, hay pocos datos de donde asirse para dar la temporalidad justa de su actividad, tal como las variadas huellas que deja su autor, se podría decir que toma referencias de tratamiento renacentista en algunos casos, un cierto aire barroco para los encuadres escénicos y un expresionismo subyacente en los rebatimientos corporales para dar con la expresión del personaje. Todo ello conjugado hace de este artista un pintor atemporal, con pertenencia a distintos lugares y diferentes épocas. Sus niños con sus juegos, también son una forma se sentirse presente desde hace tiempo, pertenecer sin determinar ni espacios ni tiempos.

Sin complicaciones con los temas de la vida cotidiana, con la libertad de su expresión plástica, con su impronta marcada a fuego, Postogna nos entrega una vez mas, las frescas imágenes de la nostalgia, las ceremonias de lo simple, la pertenencia de lo actual, y para eso, nos da algunas pistas de su pasado, tal vez las mas bellas de su historia, los juegos de su infancia. 

Lic. Stella Arber

Directora MAC UNL

 

[Video de la muestra]