Mujeres y Universidad

Activa participación de la mujer en la vida universitaria

Viernes 8 de marzo de 2013

Las cifras de ingreso y egreso de las mujeres que cursan estudios en la UNL, y su desempeño académico, dan cuenta de su creciente participación en la vida de la Universidad. Un estudio de la Secretaría de Ciencia y Técnica habla de la feminización de la profes

Agenda de actividades de la UNL

Los cifras de ingresantes a la Universidad Nacional del Litoral (UNL) difundidas recientemente ratifican una tendencia creciente en cuanto al acceso de las mujeres a su oferta académica. De acuerdo con los datos relevados en los períodos de inscripción de noviembre y diciembre de 2012, y en los dos primeros meses de 2013, del total de 6.920 inscriptos a las carreras de grado y pregrado que se dictan en la modalidad presencial en las cuatro sedes de la UNL (Santa Fe, Esperanza, Reconquista y Gálvez), 3.935 son mujeres (57%); y 2.985 son varones (43%).
Los datos cuantitativos de población estudiantil que constan en los Informes Institucionales de la UNL entre 2003 y 2010, ratifican esa tendencia por la cual entre el 54% y el 56% de los alumnos de carreras de Grado, ciclos de Licenciatura y Tecnicaturas, son mujeres.
Considerados en una perspectiva histórica, los datos remiten a procesos sociales y culturales complejos, en los que se moldean históricamente las aspiraciones subjetivas, los proyectos de vida de hombres y mujeres, marcando posibilidades y limitaciones a su desarrollo.
A modo de comparación, en 1930 la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales (FCJS) de la UNL contaba con 802 alumnos que cursaban las carreras de Abogacía, Notariado y Procuración. De ellos, sólo 24 eran mujeres (18 estudiaban Abogacía, y seis la carrera de Notariado). Considerando solamente la cantidad de inscriptos en 2013, en la FCJS se observa que de 1.150 ingresantes, las mujeres constituyen el 62,87% (723), frente a 427 (37,13%) varones que se inscribieron en esa unidad académica.

Cultura y elecciones de vida
El análisis del alumnado por unidad académica, entre los años 2003 y 2010, muestra que sólo en las Facultades de Ciencias Agrarias (FCA), Ciencias Veterinarias (FCV), Ingeniería Química (FIQ), e Ingeniería y Ciencias Hidrícas (FICH), el porcentaje de mujeres se encuentra por debajo del 50 %. Vale mencionar que en la FIQ, las mujeres fueron en los siete años analizados, el 43,77% promedio de la población estudiantil. 
Por otra parte, las Facultades de Bioquímica y Ciencias Biológicas (FBCB); Humanidades y Ciencias (FHUC); Ciencias Médicas (FCM); Ciencias Económicas (FCE); Jurídicas y Sociales (FCJS); Diseño y Arquitectura (FADU); y las escuelas Universitaria de Análisis de Alimentos (EUAA); y Universitaria de Alimentos (EUA); fueron elegidas mayoritariamente por mujeres.
Dentro de ese grupo, entre 2003 y 2010, la FBCB contó con una población estudiantil femenina superior al 70%; siendo la unidad académica con mayor cantidad de alumnas. En la FHUC, el porcentaje promedio de mujeres en ese mismo período, fue del 65,02%; en Ciencias Médicas el 64,53%; y en la EUAA, el 63,94%; para nombrar las unidades académicas con mayoría de mujeres estudiantes. 
En relación con esas cifras, la secretaria de Ciencia y Técnica, Erica Hynes, explicó que “en la UNL no se puede decir que haya una facultad que es netamente elegida por varones y no por mujeres. Aunque, sí se da el caso de facultades donde hay mayoría de mujeres, como la Facultad de Bioquímica y Ciencias Biológicas o la Facultad de Humanidades y Ciencias”.
Asimismo, Hynes destacó que la elección de una formación académica, considerada en una perspectiva histórica y de género, implica reconocer la existencia de pautas sociales y esterotipos que influyen en esas decisiones, tanto en los varones, como en las mujeres: “Es totalmente cultural el hecho de que las mujeres prefieran unas carreras sobre otras”. Y agregó que “lo ideal es poder elegir más allá de los esterotipos. Lo que ocurre es que la presión cultural es muy fuerte, y no alcanzamos a dimensionarla. Elegir una carrera es una opción de vida muy importante, y el esterotipo resta grados de libertad a la hora de elegir”, opinó.

Mujeres investigadoras
Si bien las cifras de acceso de las mujeres a estudios universitarios remiten a un proceso de indiscutida significación, no alcanzan por sí solas para considerar las posibilidades efectivas de las mujeres para acceder al saber científico y participar de la producción de nuevos conocimientos.
Al respecto, vale mencionar que de los alumnos que egresaron entre 2002 y 2009 de las carreras de Grado, ciclos de Licenciatura y Tecnicaturas que se dictan en la UNL, el porcentaje de mujeres que terminaron sus estudios estuvo siempre por encima del 50%, registrándose la mayor cantidad de egresadas en el año 2009, cuando se recibieron 976 mujeres (61%), frente al 39% de varones (626).
En este sentido, la secretaria de Ciencia y Técnica de la UNL destacó el desempeño de las mujeres en la educación formal, que enmarcó en lo que considera un “fenómeno mundial”. “Es muy común que sean mujeres las que obtienen los mejores promedios, y también completan sus carreras en el tiempo estipulado”, señaló Érica Hynes. Y agregó que “en función de eso; y debido a que el sistema científico recluta profesionales de manera meritocrática, priorizando los promedios y la edad, las mujeres resultan muy competitivas para desempeñarse en investigación. En otros ámbitos –como en la industria o en empresas de servicios-- eso es menos importante; pero en el ámbito de la investigación las mujeres son buenas candidatas”.
En septiembre de 2012, la UNL presentó un Informe de Autoevaluación de la Invetigación, que forma parte de un proceso externo que analiza la función de Investigación y Desarrollo (I+D) de la casa de altos estudios, en el marco del Programa de Evaluación Institucional del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva de la Nación.
En dicho informe, se aportan datos significativos sobre la participación de las mujeres en los recursos humanos para la investigación científica. Según el estudio, de 1.163 docentes investigadores de la UNL activos en el programa de incentivos, 652 son mujeres y 511 varones, cifras que representan el 56% y 44%, respectivamente. 
Entre los docentes investigadores e investigadoras de la UNL que tenían en 2010 (año en que se realizó el relevamiento) hasta 45 años de edad, el 61% son mujeres (379), y el 39% varones (244); mientras que entre los mayores de 45, los porcentajes de unos y otros se asemejan, siendo el 51% mujeres (273), y el 49% varones (267).

Techos de cristal
Finalmente, el Informe de Autoevaluación de la Función I+D en la UNL, señala que el proceso de feminización varía si se toma como referencia a los docentes investigadores con dedicación principal a la investigación. Dentro de ese conjunto, se observa una mayor paridad: 51% de mujeres y 49% de hombres.
Otro rasgo significativo es el fuerte sesgo por categoría docente entre los docentes investigadores de la UNL con dedicación principal a la investigación; donde el predominio masculino en las categorías superiores es muy marcado, con más del 60% del total de titulares y asociados.
En relación con ese dato, Érica Hynes consideró que “lo que se ve en la UNL no es muy distinto de lo que se ve en otras instituciones de Educación Superior o de Ciencia y Tecnología del país. Esa situación presenta valores similares si miramos el Conicet, o los Programas de Incentivo, donde hay mayoría de mujeres en las categorías 4 y 5; mientras que en la 3 los niveles se equiparan; y en la 1 y 2 ya hay mayoría de varones”. Y observó que “hay muchas mujeres en las primeras categorías, en la base de la pirámide, que son becarias, ayudantes de cátedra, Jefas de Trabajos Prácticos, con dedicaciones simples o semiexclusiva; y cuando avanzamos hacia cargos de mayor relevancia por su contenido simbólico o económico, hay menos mujeres presentes”.
Sobre esa situación, la secretaria de Ciencia y Técnica de la UNL señaló dos posibles lecturas: “La primera hipótesis es que esto se debe a una cuestión demográfica, según la cual como las mujeres ingresaron al mercado de trabajo en forma masiva durante la Segunda Guerra Mundial, es recién en ese momento que comienzan a competir con los hombres por los puestos de trabajo, y en ese contexto comienzan a calificarse cada vez más”, comentó. Y agregó que “esa hipótesis concluye en que es sólo cuestión de tiempo que se alcance una equidad porque habrá tantas mujeres en condiciones de disputar esos puestos, que eso se va a producir de manera casi natural”.
“La segunda explicación habla de un techo de cristal, que afirma que hay obstáculos para que las mujeres lleguen a los lugares de toma de decisión. Esos obstáculos no son formales, en el sentido de que no hay prohibiciones ni normas que lo impidan; pero hay obstáculos reales que inciden en las decisiones de vida que toman las mujeres. Esta sería una visión desde una perspectiva de género, para la que el Estado y las instituciones deberían intervenir para lograr una mayor equidad”, agregó Érica Hynes.

Perspectivas para la equidad
El acceso de las mujeres a la vida universitaria forma parte de un largo proceso que los historiadores remontan a los debates del siglo XIX sobre la capacidad intelectual y derecho a educarse de las mujeres. Durante más de cien años, fueron excepcionales las mujeres que cursaron estudios superiores, y lograron ejercer una profesión. Por entonces, unas pocas hijas de la aristocracia, o aquellas audaces que protegieron su identidad bajo disfraces masculinos alcanzaron esa posibilidad vedada para la mayoría de su género.
En el siglo XX, las luchas del movimiento feminista y las necesidades de mano de obra para reactivar la producción luego de la Segunda Guerra Mundial, facilitaron el ingreso masivo de las mujeres al mundo del trabajo y a la educación superior.
Sin desestimar la explicación que atribuye al fenómeno demográfico la situación dispar de las mujeres para acceder a cargos de mayor valor simbólico, responsabilidad y retribución; la secretaria de Ciencia y Técnica de la UNL insistió en los orígenes sociales y culturales de esas inequidades. Y confió en el diseño de políticas por parte del Estado y las instituciones, la posibilidad de relaciones más igualitarias entre hombres y mujeres en el ámbito de la investigación científica: “Desde el momento en que el Estado municipal, provincial o nacional divisa esto como un problema, y lo hace parte de la agenda pública, se inicia un camino hacia la equidad. Se trata de una política feminista por sus efectos, pero que no se dirige solamente a las mujeres sino que brinda a las familias una alternativa de servicios y de cuidado para los niños y adultos mayores, que suelen ser las cuestiones que recaen exclusivamente sobre las mujeres, y por las que se dificulta avanzar en la vida profesional”.


 

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