Las malezas pueden estar presentes en el campo y en la ciudad; en todos los cultivos, ya sean forrajeros, de granos o forestales; en huertas, jardines, plazas, vías férreas, banquinas, caminos o cursos de agua. Se trata de flora indeseable que crece en lugares perjudiciales o inconvenientes y por eso se la conoce como maleza. Se considera que el 15% de las plantas con flores del mundo pueden convertirse en malezas. En Santa Fe, tres de las especies más dañinas son exóticas, pero se hallan naturalizadas.
No por nada se dice que yerba mala nunca muere; las malezas son exitosas competidoras y generalmente resisten mejor que los cultivos condiciones climáticas y edáficas (o de suelo) adversas. Entre sus estrategias de supervivencia, suelen contar con órganos de diseminación muy especializados que les permiten dispersarse y crecer. Por ejemplo, algunas especies cuentan con especies de “ganchos” que les permiten adherirse al pelaje de los animales, como sucede con las semillas o frutos de amor seco (Bidens pilosa) y los abrojos (Xanthium spinosum, X. cavanillesii).