De panteones y milagros (Corredor de la Costa)

COLECTIVO ABD

(Arnaudo – Bertolino - Debona)

En los panteones milagrosos, la exhibición del exceso en la decoración acusa también la demostración de los sentimientos de quien dedica horas a un virtuosismo en el ornamento, a un dominio del diseño con características particulares basadas en la superposición. Allí emerge intrincado, el artificio en todo su esplendor, una confirmación en imágenes y objetos de la retórica verbal producida naturalmente ante el panteón sanador.

La profusión visual y emocional está directamente anclada en algunos objetos, que traducen el problema que llevó al creyente a la tumba de referencia. La carga expresiva posee una intensidad arrolladora y la acumulación de elementos, más las plegarias, asegurarán los beneficios solicitados cuanto más cosas se deje en ellos.

Devoción y fervor, en las manifestaciones, tienen tanto peso como las ofrendas dejadas al milagroso, en una convivencia tan profana como religiosa y tan espontánea como genuina.

Estos “artículos de fe” lo admiten todo, no se puede crear un patrón de objetos de entrega. Los complejos deseos personales, cargan de valor a cosas de lo más insólitas. Y hay una aceptación muy amplia para la imaginería de los cementerios.

Lo particular se recrea con lo colectivo, con deliberadas composiciones en progreso. Inacabadas resonancias de unos y otros van determinando el conjunto, las acciones se reproducen, las ofrendas se acumulan, se interpone un recurso, se superpone otro y se conforma una especie de ”rico follaje visual” lleno de pretensiones y tan antojadizo en sus variables, como los portadores de las ofrendas.

Es la misma memoria colectiva que nos habla de profanaciones, de desenlaces tortuosos y de hechicería legendaria, recreando en el relato un descenso directo al pozo sin fondo de la desdicha por parte de esos muertos.

La ilusión de solución de todos los problemas es un componente básico para alcanzar objetivos a veces imposibles, los creyentes van detrás de una senda marcada por las viejas y sagradas escrituras y a la vez por la magia latente en sus corazones, una manera práctica de asegurarse un lugar en el cielo y sanar las heridas que acarrean en esta tierra.

Hay allí una ironía implícita, la religión aconseja superar las pasiones mundanas y no aferrarse a los objetos, sin embargo, estos santos difuntos, están llenos de reliquias y objetos cargados de promesas.

Siempre la cruz está omnipresente en estos panteones, cruz que no se limita a ajustarse a un campo de fuerza del que se convierte en centro, sino que también tolera y de hecho invita, a un artificio decorativo que contrarresta con su rígida estructura.

Cruces de hierro forjado, con exuberantes volutas que circundan el signo sagrado, presumiendo de alguna gloria o poderío del pasado, instalando sobre el muerto una simbología que determina fuerza y no deja lugar a la duda de su poder de sanación. También cruces de extrema simpleza que sólo son dos travesaños atados, pero por supuesto portadoras de la fe, en su evidente sentido del decoro y la mesura, aunque atendiendo sin duda a albergar su sagrado sentido.

Arnaudo, Bertolino y Debona han recorrido la costa santafesina en pos del encuentro con estos panteones, han hecho sus ofrendas en cada uno de ellos, respetando a ultranza a cada destinatario, teniendo en cuenta al habitante de cada tumba, atendiendo a la causa de su fallecimiento, a la manera en que murió, al oficio que ejercía en vida el milagroso. Pero sobre todo han realizado un trabajo de observación, sobre lo que reflejaba cada habitáculo.

Sus recorridos visuales responden luego a sus acciones. Vinculándose directamente con lugareños, con sus tradiciones orales, con los relatos que dieron lugar a que ese panteón sea milagroso, con los orígenes de los fenómenos ocurridos, fueron también elaborando ofrendas teniendo en cuenta lo que ya estaba allí depositado, sin interferirlo, sin corregirlo, sin profanarlo, sólo agregando a modo de legado contemporáneo, el gesto performático y de este modo, recuperar una práctica ritual popular, sabiendo todo el tiempo que allí hay implícitos fe, amor, gratitud, sacrificios,  dolor,  penitencias y promesas.

A la vez que hicieron recorridos y ofrendas, registraron a través de fotografías y videos todas sus acciones, estos registros dan lugar hoy a esta muestra en las salas del MAC.

Instalación fotográfica, video performance y objetos intervenidos, son los modos que este Colectivo artístico (ABD) ha encontrado para sus alegóricas intervenciones, para sus interminables búsquedas, para sus manifestaciones visuales.

Sin condicionamientos morales ni culturales para lograrlo, han sabido demarcar lo genuino, lo legítimo de cada lugar y posar apenas sobre ellos, su propia experiencia. Sus acciones visuales e intervenciones, fueron en pos de las posibilidades expresivas que los hechos exigían, tomaron la retórica de los difuntos, y de sus milagros, respetaron a sus deudos, se mimetizaron con sus creyentes y seguidores, asumieron sin sentenciar y concretaron instrumentos de acción en las moradas finales, constituyeron nuevos acontecimientos para esos difuntos sanadores y su descanso eterno.

Lic. Stella Arber

Directora MAC UNL

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