Nuevas dolencias

Burnout: el síndrome del desánimo

Sábado 21 de junio de 2008

Aunque es un padecimiento que afecta a gran parte de la población, pocos conocen de qué se trata el Síndrome de Burnout. Lo sufren muchos de los profesionales que desarrollan tareas abocadas al trato social. Sus manifestaciones son el desgaste, el desánimo y l

El término “burnout” surge de la industria aeroespacial y significa agotamiento del carburante de un cohete, como resultado de un calentamiento excesivo. Pero también existe un “estar quemado por dentro”, relacionado con una afección que padece gran parte de la población mundial. Se trata del Síndrome de Burnout, que puede definirse como el desgaste profesional que sufren las personas prestadoras de servicios en ámbitos de la sanidad, la enseñanza, u otras actividades que exigen altas demandas sociales.
Para explicar qué es esta dolencia y formar a quienes se dediquen a tratarla, un grupo de profesionales compuesto por las licenciadas en Enfermería Ana María Berraz y Estela Scalzotto, y el profesor Héctor Storani, entre otros especialistas, trabaja a través de cursos desarrollados en la Facultad de Bioquímica y Ciencias Biológicas (FBCB) de la Universidad Nacional del Litoral (UNL).
“Un síndrome se diferencia de otra entidad porque es un conjunto de síntomas y signos, pero lo más novedoso es que después de muchos años la OMS lo jerarquiza como un problema de staff y no como un problema individual. Esto quiere decir mucho porque la falta de equipo muchas veces está simulada en las instituciones, no existe. Esa situación es la que afecta a las personas, al individuo en particular”, comenzó explicando Berraz. Precisamente, la Organización Mundial de la Salud (OMS) lo define como “staff Burnout”, diferenciándolo de una afección individual y aislada para enmarcarlo en una perspectiva social.
En este sentido, es necesario diferenciar al Síndrome de Burnout de otras dolencias como el stress o la depresión. Como explica Storani, “es típico de esta afección la sensación de falta de realización personal, de frustración y es sinónimo de desánimo”.
El Burnout se presenta en etapas, denominadas de las tres ‘D’: “Comienza con un desgaste, sigue con el desánimo y la desesperanza. Hay una falta de prestigio social, de reconocimiento, ausencia de éxitos terapéuticos en el caso del personal de la salud y de éxito pedagógico en el caso de quienes se dedican a la docencia”, aseguró por su parte Scalzotto.
Existe una “despersonalización por burocratización”. Esto significa que “se trata a las personas como cosas” porque “en la institución uno es un número más que tiene que cubrir una tarea y no se lo considera como persona”, manifestaron los profesionales.

A quiénes afecta el Burnout
Storani destacó que el síndrome afecta especialmente a personas que desempeñan ciertas labores: “Se presenta en aquellos que se dedican a servicios a otras personas. Se da en cinco actividades sobre todo. En los religiosos, en los que trabajan en la salud y la educación, en políticos, y en las madres y abuelas. Esto último es novedoso porque el 85 por ciento de las consultas son de mujeres que están en la institución que es la familia, que también está desprestigiada”, apuntó.
Todos ellos están inmersos en instituciones diferentes pero que pueden ser afectados en la medida en que tengan un compromiso vocacional, ya sea en las iglesias, los hospitales, las escuelas, los partidos, o la familia misma.
“El que las madres y abuelas estén más afectadas tiene que ver con un momento cultural donde el prestigio no lo tienen ellas, porque se las ubica en los geriátricos y de la educación se dedican los medios, situación que provoca sufrimiento. Estamos en un momento cultural complicado, donde se ha dado un proceso de globalización que difunde pautas culturales que no tienen nada que ver con las pautas propias de las madres y abuelas. Cuando más ideales se tiene, más se sufre de Burnout”, aseguró Berraz.
En el caso de las instituciones relacionadas con la salud, “hoy sucede que el director del hospital es más un contador; el papel del médico queda restringido a la caja y no de acuerdo a lo que el paciente necesita. Es asombrosa la incidencia de trastornos que triplican al resto de la población. Se trata de infartos, adicciones, enfermedades oncológicas autoinmunes o accidentes. El promedio de vida de los profesionales de salud es de 54 años, cuando el de la mayoría de la poblaciones es de 70 u 80, porque el sufrimiento es tal que lleva a triplicar el riesgo de salud de los profesionales. En cuanto a los educadores, la cantidad de licencias psiquiátricas que hay en el Ministerio de Educación tienen que ver con el Burnout, lo que produce que cuando el docente vuelve al aula los problemas de aprendizaje y conducta en los chicos se tripliquen”, continuó Scalzotto.
  
Pandemia
Por otra parte, Berraz manifestó que a pesar de su escasa difusión, el síndrome tiene características de pandemia. “Es que se lo confunde con otras afecciones, pero sucede que alguien que tiene stress se toma vacaciones y se le pasa, pero a alguien con Burnout no. En momentos donde daba para tomar vacaciones paradisíacas los médicos recomendaban licencias pero los pacientes terminaban suicidándose. Había un mal diagnóstico del problema. En cuanto a la depresión, la imagen es la de una persona que no se levanta de la cama, pero una persona afectada por el síndrome sigue trabajando aunque por dentro se esté quemando. Tiene aparentemente una vida normal, caminan y hablan como médicos, los docentes se visten como docentes, pero por dentro están vaciados y así es difícil que curen o eduquen a alguien”, lamentó.
Esto sucede, añadió, porque “el ánimo y el desánimo son contagiosos. A nivel de lo que son las grandes afecciones, el Burnout podría considerarse como pandemia, porque no reconoce edades, regiones, sexos y se prolonga en el tiempo. En Santa Fe también debe estar pasando lo que dice la OMS: hay una tercera parte de la población con trastornos serios, otra tercera que está en riesgo, y otra parte que no sabe ni contesta, por lo cual pensamos que son parte del mismo problema. Eso se da en todos lados, pero no podremos saberlo a ciencia cierta hasta que haya la suficiente cantidad de gente formada y que las instituciones se preocupen lo suficiente como para empezar a investigarlo a través de la gente que las constituyen”.

Trabajo en equipo
Consultada sobre quién está capacitado para tratar el problema, Berraz sostuvo que la “ciencia desde hace varios años ha llegado a un límite, porque cuando se confunde el Burnout con otras afecciones y a veces hasta se lo medica, lejos de resolverlo se lo está agravando. Por eso, es importante difundirlo y que los profesionales se enteren de qué es. Creemos que no hay mucha gente formada, pero sí muchos interesados. Lo fundamental en esto es quién se anima a formarse en el tema del Burnout más que el problema en sí”.
“En este sentido, hay tres situaciones paradigmáticas: un médico que atiende a un paciente que está desanimado, que le diagnostica una depresión y con suerte lo manda a un psicólogo o lo medica; otros confunden el Burnout con otra situación entonces salen con los amigos o se van de vacaciones, con lo cual dilatan el problema, pero luego ven que no hay salida y muchas veces terminan en suicidio; por último, se puede tomar el problema como un caso Burnout y buscar una salida. Para ello, lo primero es construir una mirada hacia el problema y eso implica ante todo formar un equipo de ayuda”, afirmó por último Berraz.
 

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