Para medir contaminantes

Científica argentina desarrolla un biosensor

Jueves 5 de julio de 2007

Es de la UNL e integra un equipo de investigadores en la Universidad de Barcelona. El sensor es pequeño como una moneda de un peso y cuesta nada más que un euro. Detecta atrazina y sulfonamida.

María Isabel Pividori es santafesina, pero trabaja como científica en España. Egresó de la Facultad de Bioquímica y Ciencias Biológicas (FBCB), dependiente de la Universidad Nacional del Litoral (UNL), a donde vuelve una vez al año para dictar cursos de posgrado y visitar su tierra natal. Pero su verdadera carrera como investigadora está en la Universidad Autónoma de Barcelona, donde realiza su posdoctorado desde hace tres años.
Allí desarrolló -junto con un grupo de investigadores- un biosensor capaz de detectar la existencia de contaminantes en alimentos como agua potable, la leche y el jugo de naranja comercial de una manera efectiva y cómoda: el biosensor es muy pequeño (apenas 7 milímetros por 2 centímetros de largo) pero puede medir en 30 minutos y con alta eficacia la presencia, por más baja que sea, de compuestos como la atrazina y la sulfonamida.
Entre sus ventajas, que tientan especialmente al sector de la industria alimentaria, está su bajo costo de mercado. Si bien se supone que es cara la inversión para la fabricación del dispositivo (algunas empresas están realizando el estudio de costos), el producto final es económico. Según calculan los investigadores se podrá vender a 1 euro, lo que lo vuelve muy atractivo desde el punto de vista comercial.
"En realidad, es un desarrollo de laboratorio pero ya hay empresas interesadas en su fabricación", dijo Pividori, quien integró el equipo de investigadores que durante dos años trabajaron en este proyecto.
Actualmente, existen otros biosensores de uso masivo, como el caso del biosensor de glucosa, que utilizan los diabéticos en forma corriente y se vende en farmacias. "En este caso, la fabricación del biosensor se justificó; hay que ver si el mercado justifica la inversión de este nuevo biosensor", dijo Pividori.

El desarrollo
La atrazina es un herbicida muy utilizado en todo el mundo para combatir malezas en agricultura, pero tiene efectos adversos en la salud y en el medio ambiente, en el que puede persistir mucho tiempo (tiene una degradación muy lenta). Algunos trabajos le confieren a este compuesto efectos cancerígenos y se conocen sus propiedades como disruptor endócrino.
La sulfonamida -otro compuesto que detecta el biosensor- es un antibiótico con el que se tratan infecciones en las vacas, pero que puede pasar de ellas a la leche que tomamos.
El pequeño biosensor actúa de manera muy efectiva (tiene tanta sensibilidad como los métodos cromatográficos de laboratorio) en apenas 30 minutos. Durante ese tiempo, la muestra -agua potable, leche, jugo de naranja comercial- se "incuba" en partículas magnéticas recubiertas del anticuerpo que se quiera detectar (antiatrazina o antisulfonamida); luego el sensor capta las partículas y otorga una señal en función de la presencia del contaminante.
Los anticuerpos fueron desarrollados por investigadores del Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), también de España. El resto del trabajo sí es responsabilidad del equipo que dirige Pividori, que ya ha logrado otros biosensores similares, aunque con distinta aplicación (por ejemplo, el que identifica ADN en algunos minutos).
Actualmente, la UAB y la cátedra de Química Analítica 1 de la FBCB (UNL) trabajan conjuntamente en biosensores para ácido fólico y para otro antibiótico, el cloranfenicol. "Potencialmente, el sensor puede detectar cualquier sustancia si existe el anticuerpo específico", explicó Pividori.

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