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Introducción

 

Para pensar la universidad, en continuidades y rupturas

La universidad como institución educativa tiene una existencia de siglos. La primera universidad (Universidad de Bologna) fue creada en 1088. Desde aquella primera, las universidades han tenido una manera de funcionar y de permanecer con rasgos propios: manteniendo sus dinámicas, prácticas, actividades, al mismo tiempo que han desarrollado, relaciones con los contextos sociales, económicos y políticos en los que se desenvuelven.

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La torre de Babel (Pieter Brueghel el Viejo – 1563). Museo de Historia del Arte de Viena.

 

Las universidades, a pesar de haber tenido su origen en la Edad Media, son instituciones dinámicas, que en determinados contextos históricos, han incorporado nuevos roles y sostenido cambios. Algunos autores las describen como totalidades “articuladas y en movimiento… compuestas por relaciones históricas” y “como complejos relacionales y abiertos”, que sostienen relaciones de tensión, rupturas y continuidad con las sociedades en las que se encuentran insertas (García de Fanelli, 2009; Puiggrós, 2002).
Desde una perspectiva de tiempo largo (Braudel, 2001), realizamos una mirada desde el presente hacia el pasado de las universidades, con la intención de rastrear algunas tensiones entre pasado-presente-futuro e identificar algunos rasgos específicos que se han mantenido a través del tiempo y otros que representan los roles más actuales de las mismas. Por ejemplo, la enseñanza y el aprendizaje son, desde sus orígenes, vitales en la universidad, así como el rol central de los estudiantes que se ubican “en el centro de la existencia de las universidades”. Silver describe que “se da por sentado que las universidades son una comunidad de estudiantes y profesores”. Podría agregarse que hoy las universidades buscan la formación especializada de los estudiantes como “ciudadanos responsables, asegurando su formación integral priorizando la dimensión ética, cívica y cultural” (López Segrera, 2006).
Les proponemos, entonces, desarrollar miradas y análisis de la universidad, desde el presente y en el tiempo largo, desde un enfoque comparativo para resaltar las permanencias, rupturas y tendencias de la universidad argentina y los procesos de cambio y transformación operados en ella, entre los siglos XX y XXI. Desde este enfoque, es posible pensar nuestras experiencias presentes como parte de una historia común y al mismo tiempo, como contribuyentes a la misma.
Un hilo conductor que nos permite explorar continuidades y rupturas son las experiencias de los estudiantes. En particular, en el caso de la universidad argentina, los estudiantes universitarios han sido actores protagónicos y los que signaron continuidades y cambios, desde la Reforma de 1918 hasta nuestros días.

Por su protagonismo y contribución histórica a la experiencia de la universidad, es vital indagar los itinerarios, visiones y reflexiones que los estudiantes (o futuros estudiantes) tienen sobre la universidad, como sujetos con acciones y percepciones que contribuyen a la vida misma de la universidad. Bordieu y Passeron (2003) describen a los estudiantes universitarios como actores “de la enseñanza universitaria, pero también como producto de ésta, los estudiantes son una categoría institucional y jurídica (claustro) que en su devenir histórico-político ha expresado particularidades epocales, nacionales, e institucionales, y ha sufrido transformaciones” (Carli, 2012).

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