Pensar el Bienestar
Cerega: “Uno nunca tiene techo, el único techo es la muerte”
Viernes 19 de junio de 2009
El co-capitán de la selección nacional de fútbol para ciegos disertó en el Predio UNL-ATE y reflexionó sobre las dificultades de la vida y cómo encararlas para poder superarlas. “Muchas veces es más fácil echar culpa en vez de hacerse cargo”, advirtió.
Una historia de vida marcada por trágicos acontecimientos que lo llevaron a la depresión y cómo, poco a poco, fue superando los traumas hasta ser doble campeón del mundo en fútbol y dos veces medallista olímpico, fue lo que vino a contar Diego Cerega, co-capitán de los Murciélagos, la selección nacional de fútbol sala para ciegos.
La charla fue en el Predio UNL–ATE en el marco de la primera conferencia del ciclo "Pensar el Bienestar: Estrategias para el desarrollo social y humano". Allí disertó sobre "La multiplicidad de experiencias deportivas. Recreación y alta competencia en el fútbol para ciegos".
“La UNL y ATE siempre quisieron crear un lugar estratégico para el deporte, la cultura y la recreación. En esta gestión hemos inculcado la impronta del desarrollo de estas tres disciplinas y hemos ampliando su horizonte; por eso es que empezamos este ciclo Pensar el Bienestar en el marco del proyecto Predio Accesible, pensando en la inclusión de todos”, explicó Carolina Sanchís, directora del Predio.
Comienzo trágico
Cerega tiene 32 años, es de un pequeño pueblo de Buenos Aires y perdió la visión hace 15 años a causa del glaucoma y encontró en el deporte su aliciente y su motivación, y fue protagonista del seleccionado argentino durante siete años.
Su vida está marcada por fuertes situaciones que lo han llevado a ser lo que hoy es. A los seis meses su padre abandonó su familia y, como su madre tenía que trabajar todo el día para mantener a los tres hermanitos, Diego fue criado por sus abuelos. Al año de vida le detectan glaucoma, una enfermedad del ojo.
A los nueve años un compañero de escuela arrojó un avión de papel con un alfiler en la punta y a raíz del desafortunado golpe perdió la vista del ojo derecho. Pero en su casa siguió todo igual y con mucha contención en su familia.
A los 13 años comenzó, progresivamente, a perder la vista por la enfermedad del otro ojo, el izquierdo. Hasta que a los 17 años ya casi no veía nada. “Y un día sentado a punto de comer un asado sintió un fuerte dolor en el ojo izquierdo y desde ese momento quedé completamente ciego. Y así los sueños de ser contador y otros sueños que tenía para la vida se me diluyeron, se me rompió el piso, se me derrumbó la vida, con tan sólo 17 años. Pero de a poco fui superando el trauma”, contó Cerega durante su exposición. “Así como mis compañeros empezaban a buscar su horizonte con un título en la mano, yo tenía que empezar a buscar el mío con un bastón en la mano”, sintetizó.
Actualidad feliz
Su vida fue cambiando. Le propusieron hacer una rehabilitación en un centro para ciegos “y me di cuenta de que ser ciego no es tan malo como parece y empecé a vivir sin renegar de lo que no tenía, sino aprovechando lo que sí tenía. Empecé a usar las manos para cocinar, la piernas para correr, y la cabeza para pensar y los ojos como no los tenía no los usaba ni para llorar, para qué iba a renegar toda la vida por lo mismo”.
Comenzó a jugar al fútbol en un club y por su gran desempeño lo convocaron a la selección. “El técnico de los Murciélagos me dijo ‘a un buen tipo se le puede enseñar a jugar al fútbol pero a un buen futbolista no se le puede enseñar a ser buen tipo’. Y eso me hizo dar cuenta de que uno nunca tiene techo, el único techo es la muerte”, aseguró Diego. “Así me tomé en serio el jugar al fútbol y comencé a entrenar y así llegué a ser campeón del mundo en Brasil. Y luego dos medallas olímpicas, otro campeonato mundial”, rememoró.
“Siempre que la veamos negra recordemos que en algún lado hay una claridad de donde agarrarse. Muchas veces es más fácil echar culpas en vez de hacerse cargo”, reflexionó Cerega.