Ciencia y Técnica

Nuevos alimentos, la promesa del futuro

Lunes 30 de abril de 2007

Desde hace algunos años, la ciencia se ocupa de mejorar las propiedades de los alimentos hasta convertirlos casi en una nueva medicina. El tema es parte del informe central de ConCIENCIA, la revista de divulgación de la UNL.

Un rápido recorrido por el supermercado y un vistazo a las tandas publicitarias de televisión son suficientes para introducir a cualquier desprevenido en el nuevo mundo de los nuevos alimentos, donde se encuentra de todo: yogures bio, leche y quesos enriquecidos con probióticos, tomates transgénicos y galletitas y panes proteicos, mucho más que los que estuvimos acostumbrados a consumir durante nuestra infancia.

Pero, en realidad, la nueva historia no es tan nueva. "Esto es tan viejo como la historia de los alimentos": si uno se pone a pensar, el agregado de microorganismos al yogur, por ejemplo, es una práctica muy antigua. Lo que pasa es que ahora, a partir de los últimos avances de la ciencia, se puede actuar más específicamente", comenzó a explicar Claudio Bernal, docente e investigador de la Facultad de Bioquímica y Ciencias Biológicas (FBCB) de la UNL e investigador de Conicet.

"Los nuevos alimentos son muy antiguos. El agregado de microorganismos en productos lácteos ya se hacía hace mucho tiempo", agregó Bernal. La historia lo demuestra porque, para encontrar los orígenes del yogur, hay que viajar hasta el siglo V, en el sur del Danubio, donde se establecieron los pueblos búlgaros a los que se les atribuye esta creación, hoy tan popular en la dieta de culturas de todo el mundo.

Alimentos funcionales

Hoy, más que por casualidad, los nuevos alimentos surgen a partir de técnicas y aportes de la ciencia. Es el caso de los lácteos enriquecidos con bacterias, conocidos popularmente como probióticos, a los que se les confieren ciertos beneficios generales: aumento de la digestibilidad de ciertos alimentos, aumento en la biodisponibilidad de nutrientes y minerales, o mejoras en el tránsito intestinal.

Estos alimentos, que suman beneficios a sus conocidos efectos nutricionales, son llamados "funcionales", y no sólo incluyen a los probióticos, sino a cualquier otro producto modificado o enriquecido: leche con calcio, yogures con fibra, galletitas con vitaminas.

El término "funcional" comenzó a utilizarse en Japón, en 1991, cuando el Ministerio de Salud publicó la reglamentación para los "alimentos para uso específico de salud" (en inglés, Foshu: Foods for Specified Health Use), es decir, aquellos que contienen ingredientes con algún efecto beneficioso sobre el organismo.

Se caracterizan por no poseer efectos nocivos, presentar propiedades nutritivas y beneficiosas para el organismo y disminuir el riesgo de contraer enfermedades, además de retrasar el envejecimiento y ayudar a mantener un buen estado físico. Pero, además, debe existir la suficiente base científica que demuestre los efectos positivos que se le atribuyen a su consumo, generalmente asociados a la prevención de enfermedades y a una mejora en la nutrición.

Á‚¿Una nueva medicina?

Hasta aquí, y tal como se los presenta, los alimentos funcionales parecen ser una especie de panacea de la buena nutrición. Sin embargo, los especialistas detienen el análisis y recomiendan no dejarse llevar por los mensajes publicitarios y las promesas -a veces, exageradas- de beneficios. "Cualquiera de las propiedades que prometen los alimentos funcionales puede ser reemplazada por una dieta rica equilibrada", dijo Bernal.

Para el especialista, es tiempo de "moderar el tema: hoy hemos llegado al advenimiento de muchos productos que están agregando valor y propiedades que se podrían suplir -en la mayoría de los casos- con una buena nutrición. Lo que estamos haciendo es fomentar la comercialización de ciertos productos que obviamente persiguen un objetivo diferente del nutricional. Hoy se ven propagandas que son realmente absurdas, sobre todo en alimentos para niños. Algunos aspectos pueden ser reales, pero otros se magnifican", indicó.

Y aunque se presenten como la solución a los problemas de salud, Bernal insiste en no considerarlos un medicamento: "En realidad, no se debe confundir alimento con medicina: un medicamento está para revertir un proceso patológico. En muchos casos, los alimentos sirven para prevenir enfermedades. O bien, tratar de satisfacer ciertos nutrientes para ciertos grupos vulnerables, como los bebés, los ancianos... Una medicina es algo que cura y revierte un proceso patológico; los alimentos funcionales previenen".

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