En la Costanera Este

Reserva Ecológica, un rincón para aprender a mirar

Jueves 24 de abril de 2008

La Reserva Ecológica de la UNL cumplió el jueves sus primeros 10 años de vida. Un lugar ideal, donde se conjugan escenarios naturales de gran belleza con un claro objetivo educativo. Esta mañana se realizó un festejo con la participación de niños de escuela de

Nada más santafesino que esta postal: el Puente Colgante reflejado sobre la laguna, la Costanera Vieja llena de gente, las playas, algún velero, la Costanera Este. Justamente ahí, como una extensión territorial de esa "santafesinidad", la Reserva Ecológica se acoda en un rincón del camino, como una custodia fiel de todo eso que es nuestro: los árboles, la vegetación, los bichitos, las aves, nuestros animales.
Será por eso que entrar en ese sitio es caminar por lugares que parecen conocidos, aunque no lo son; escuchar sonidos familiares que tal vez no escuchamos nunca y ver especies que creemos haber visto, pero no.
Hace exactamente diez años habría sus puertas la Reserva Ecológica de Ciudad Universitaria de la Universidad Nacional del Litoral (UNL), y el jueves 24 de abril festejó su cumpleaños con la visita de chicos de las escuelas Primaria de la UNL y Amenábar, con suelta de pájaros y plantación de árboles incluidas. El acto estuvo presidido por el rector de la Universidad Abog. Albor Cantard, el Intendente de la ciudad Ing. Mario Barletta y Pablo Tabares, de la Fundación Hábitat y Desarrollo.

Agudizar los sentidos
"En la Reserva hay que aprender a observar", dice Alba Imhof, directora de la carrera de Ciencias Naturales de la Facultad de Humanidades y Ciencias y coordinadora de las actividades de la Reserva, mientras señala un grupo de tortugas que apenas se ven desde el mirador que bordea la laguna. "Si uno se detiene a escuchar, oye las especies; y si mira con atención, ve otras nuevas. A veces es cierto que no se ve a simple vista, porque no es un muestrario: es una foto de la naturaleza que hay que aprender a mirar".
Para eso, en la Reserva se diseñaron senderos de paseo, con fines educativos, que se recorren muy fácilmente y en unos pocos minutos. A la vera, se acomodan carteles perfectamente conservados, que nos dice frente a qué especie arbórea estamos parados, y de vez en cuando un cuis o algún lagarto overo se cruzan por el camino.
"Los senderos se trazaron en función de las especies más representativas de la zona, y cuidando no interferir en el ecosistema", comenta Imhof. Hay un punto, por ejemplo, en el que los caminos se cruzan, y es justo el lugar donde descansa un sauce añoso poco común en la zona de islas. Otro de los senderos lleva directo al mirador, un lugar de ensueño que balconea la laguna, donde sí es más fácil divisar especies: garzas blancas, biguás, pollonas y hasta golondrinas, que eligen el lugar cuando migran en busca de alimento.

Mirar, tocar y aprender
Los terrenos donde se emplaza la Reserva fueron cedidos por la Municipalidad de Santa Fe en el año 1963, para la construcción de la Ciudad Universitaria. Algunos años más tarde, el 24 de abril de 1998, la UNL y la Fundación Hábitat & Desarrollo firmaron un convenio de colaboración mutua para la creación de una reserva, una experiencia novedosa sobre cogestión entre la Universidad y una ONG local.
Desde entonces, entre sus objetivos primordiales se ubicó el de la divulgación, que se concreta en cada una de las visitas y charlas que permanentemente guías entrenados ofrecen a los interesados, que se acercan al Centro de Interpretación, que muy prolijamente montó hace algunos años la Fundación, en el corazón del predio, de aproximadamente 12 hectáreas.
"En los talleres, les hacemos escuchar sonidos de aves a los chicos, para que las identifiquen en el recorrido que hicieron -cuenta Imhof-; también en ese ámbito permitimos tocar nidos y plantas y así descubrir a qué especie pertenecen", o se entretienen con juegos didácticos que pretenden que incorporen de manera lúdica todos los contenidos abordados.
Pero además de esa finalidad, la Reserva cumple con el objetivo de ser un lugar privilegiado para el estudio de las especies autóctonas, de lo que se ocupan habitualmente estudiantes de carreras como Biodiversidad o Biología, que se cursan en la UNL. "Es tener en la práctica todo lo que uno ve en la teoría", explicó Rodrigo Lorenzón, que además de estudiante de Biodiversidad es guía en la Reserva.
"En la Reserva se han encontrado especies que no estaban registradas en la provincia. El lugar es relativamente pequeño, pero tiene la particularidad de no haber sido modificado de manera importante por el hombre pese a estar rodeado de la Ciudad Universitaria; el ciclo natural no fue afectado. Es una especie de paraíso natural", sintetiza Imhof.

Qué hacer en la Reserva
En la Reserva se puede pasear, caminar, contemplar la naturaleza y hasta matear e improvisar picnic, en cómodos bancos y mesas que están dispuestos en el interior del predio.
También aprender: para eso, cualquiera puede sumarse a las visitas guiadas que diariamente realiza personal entrenado de la Reserva; y los docentes pueden pedir turnos para los talleres para los más chicos: el Programa Natural Escuela ofrece visitas guiadas gratuitas en el horario escolar. Hay que solicitar turnos con anticipación al 4971721.

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