Un 30% más

Tierras fertilizadas con desechos de tambos dan mejores rindes

Viernes 13 de julio de 2012 / Actualizado el viernes 13 de julio de 2012

Investigadores de la UNL obtuvieron cosechas más abundantes y suelos más porosos gracias a la irrigación del campo con efluentes del tambo. Se trata de un sistema para aprovechar residuos que de otro modo constituyen focos de contaminación.

Experiencias de fertilización de suelos con los efluentes del tambo produjeron rindes hasta un 30% superiores a los habituales. Investigadores de la Universidad Nacional del Litoral (UNL) dijeron que los residuos mejoraron también la infiltración de agua en los suelos.
“Tuvimos muy buena respuesta en cultivos aplicando grandes dosis de efluente líquido. En tres campañas vimos un 30% de rendimiento. Por otra parte, a nivel de suelo sabemos que con la materia orgánica  se activa la flora microbiana, un factor clave para lograr una buena porosidad del suelo y que infiltre mejor el agua”, indicó Silvia Imhoff, titular de la cátedra de Diagnóstico y Tecnología de Tierras de la Facultad de Ciencias Agrarias (FCA).
De este modo, se da un nuevo uso a los 6.000 litros de efluentes diarios que produce en promedio un tambo de 100 vacas y que constituyen un gran problema para los productores, ya que son focos infecciosos que generalmente se ubican cerca de las casas.
 
Suelos degradados
En los campos del centro y norte de Santa Fe se instalaron las primeras colonias agropecuarias del país, por lo cual se ha producido una gran extracción de nutrientes y  degradación de los suelos.
Otros factores que ayudan al deterioro son la escasa o nula utilización de fertilizantes en los suelos de cultivo y el aumento del número de animales en la producción tambera, ya que los animales, igual que la maquinaria agrícola, compactan la tierra. “En los últimos años aumentó fuertemente la cantidad de animales por hectárea en los tambos. En el Departamento Las Colonias se pasó de rodeos de 50 vacas a 150 para poder competir con la agricultura, mientras que en otras zonas el aumento fue mayor”, sostuvo la especialista.
Es en esos tambos, durante el ordeño, que los animales producen heces y orina. Esas deyecciones, junto a los restos de la comida que consumen, son lavados al terminar el ordeño, constituyendo grandes cantidades de efluentes que van a parar a fosas o lagunas, casi siempre instaladas a pocos metros de los establecimientos.
De este modo, se producen grandes focos de contaminación, ya que varias sustancias contaminantes penetran hasta las napas de agua. Sin embargo, esas deyecciones poseen una gran cantidad de nutrientes que las plantas necesitan: “Hace cuatro años que trabajamos en la aplicación de efluentes líquidos directamente a campo. El INTA Rafaela, por ejemplo, estudia desde hace mucho tiempo un sistema de separación de líquidos y sólidos del tambo para depurarlos. Esto sería lo ideal, pero es muy caro, por lo cual los productores no lo implementan. Lo que hacen hoy es tirar directamente el efluente en el campo y no hay información sobre los efectos”, sostuvo.
 
Aplicación
Imhoff contó que para conocer el impacto de los desechos en los suelos, trabajan desde hace tres campañas en la propiedad de un productor: “Es un caso real, con un tambo de 350 vacas en ordeño (500 en total). Son 12 parcelas fijas (tres dosis más las parcelas testigo), que nos sirven para hacer el seguimiento de producción de lo que el dueño siembra en una rotación típica en la zona. Es un área con relieve suave, por lo cual analizamos qué pasa con lo que se infiltra, si existe escurrimiento. Tratamos de medir distintas variables”, continuó.
Los investigadores realizan allí análisis físicos y químicos de suelo y plantas, y chequean la infiltración de los líquidos cuando son aplicados, por medio de un sistema de cápsulas extractoras ubicadas a distintas profundidades del suelo. De este modo, observan hasta dónde llegan los efluentes, qué nutrientes existen y qué cambios ocurren.
“Aplicamos los efluentes antes de la siembra de los cultivos, aunque sabemos que hay productores que los rocían en los alfalfares que los mismos animales comen. Sin embargo, esos desechos contienen patógenos capaces de dispersar enfermedades, un gran impacto que la gente no dimensiona y que debe ser estudiado”, culminó.

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