“He insistido muy especialmente acerca del estilo arquitectónico, a fin de que se concilie el aspecto monumental propio de un edificio de gran magnitud, con la belleza artística que él exige. Aún no ha sido formulado, en la sección respectiva del Ministerio de Obras Públicas, el cálculo de su costo, pero he anticipado que debe proyectarse una obra que guarde proporción con la importancia de una institución que, como la Universidad, ha de seguir un desarrollo ampliamente progresivo. Una obra de estas proporciones, que se irá realizando paulatinamente, puede ser financiada mediante la asignación de cuotas anuales, que, una vez aprobado el proyecto, han de obtenerse mediante la colaboración de todos cuantos se interesen, que son muchos, por ella”.
Doctor Pedro E. Martínez, rector de UNL (1923-1927)

 

Desde sus orígenes, la UNL proyectaba su edificio propio y comenzaron los esfuerzos para convertirlo en realidad. Se edificó por etapas, desde 1930 hasta su inauguración en 1938.

Esta construcción que hoy alberga los órganos de gobierno de la UNL, su sede administrativa y la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales, fue el primer edificio construido para una Universidad Pública Argentina luego de la Reforma Universitaria de 1918.

En sus muros se plasmaron las ideas de transformación social y política de la Reforma Universitaria y se materializaron con la jerarquización espacial de los espacios de cogobierno: el Paraninfo como sede de la Asamblea Universitaria y el Consejo Superior.

El hecho de que el propio surgimiento de la institución haya estado vinculado al movimiento reformista, impulsado por el ideario de una universidad democrática, laica, estatal, organizada desde los principios básicos de la autonomía, el cogobierno, la libertad de cátedra y el extensionismo, tuvo un fuerte impacto sobre las decisiones de proyecto y sobre el esquema espacial adoptado, en el que las jerarquías funcionales y significativas se manifiestan con absoluta claridad; cabe decir también que ese ideario influyó en la elección de una estética a la que adherían, en buena parte de América Latina, los intelectuales más reconocidos del movimiento reformista, el estilo neocolonial.

El conjunto se estructuró según una rigurosa composición de partido, dispuesto en relación con un eje de simetría de orientación norte-sur, que ordenó la distribución en función de cinco patios interiores; un segundo eje, transversal al anterior, con dirección este-oeste, fragmenta la manzana en dos partes, acomodando en el sector sur el Rectorado y en el sector norte la FCJS. Los patios funcionan a modo de dispositivos que organizan en su entorno las distintas funciones.

 

El arquitecto

Existen muchas evidencias que llevan a suponer una impronta muy marcada de la figura del proyectista en la concreción de la Manzana Histórica de la UNL: el arquitecto español Manuel Torres Amengol. Había nacido en Barcelona en 1884, llegó al país en 1889 y más tarde se nacionalizó argentino. Realizó sus estudios en el Colegio Nacional Buenos Aires y se graduó como arquitecto en la Universidad de Buenos Aires, en 1906.

En la Dirección General de Arquitectura del Ministerio de Obras Públicas de la Nación, que tuvo a su cargo el proyecto y construcción de los edificios de Rectorado y la FCJS, trabajó entre 1911 y 1914, reingresando en 1927, hasta jubilarse en 1951.

Tuvo una trayectoria destacada, tanto en el ámbito privado –la mayoría de ellos asociado al arquitecto Rafael Peró- como en la función pública, con una notable participación en concursos de arquitectura, ya desde su etapa estudiantil. También llevó adelante una regular actividad como artista plástico, participando en varios salones.