Entrevista al presidente de la Academia Nacional de la Historia
Con la Ley Federal de Educación, la Historia quedó relegada
Lunes 9 de junio de 2003
Miguel Ángel de Marco visitó Santa Fe. Fue invitado en el marco de las actividades previstas por los festejos del sequicentenario de la Constitución Nacional. Dio una conferencia sobre “Mitre, Santa Fe y la Unión Nacional”.
Invitado por la Universidad Nacional del Litoral y el Club del Orden, Miguel Ángel De Marco –Doctor en Historia por la Universidad del Salvador– estuvo en Santa Fe y participó de una serie de actividades organizadas en el marco de los festejos del 150Á‚° aniversario de la sanción de la Constitución Nacional.
Entre las actividades que realizó, De Marco brindó una disertación académica en la que reflexionó sobre el proceso de construcción y modernización político–institucional de nuestro país e hizo hincapié en, por un lado, los momentos inmediatamente anteriores al Congreso General Constituyente de 1853, y por otro lado, en el enfrentamiento de Pavón entre la Confederación Argentina y Buenos Aires gobernada por Mitre.
Conocedor privilegiado de nuestros orígenes, De Marco brindó una extensa y jugosa entrevista que se publica en el primer número del periódico El Paraninfo, y se reproduce completa en esta edición del Newsletter Noticias UNL.
- Á‚¿Qué representa la Constitución Nacional en la historia argentina?
- Su sanción establece el nacimiento organizado del país. Es la piedra basal a partir de la cual comienza a regir un ordenamiento legal e institucional que favorece el desarrollo y la organización del Estado Argentino Moderno.
- Á‚¿Por qué cree que, a pesar de su importancia, actualmente se la respeta tan poco?
- La Argentina surgió, se desarrolló y alcanzó un papel importante a nivel internacional, justamente cuando se respetó a rajatabla la Constitución de 1853. Ella garantizaba el asidero jurídico necesario para el funcionamiento de las instituciones que, a pesar de sus defectos y falencias, nunca se movían fuera de sus regulaciones. Sin duda, hoy la Constitución Nacional sigue siendo una especie de columna vertebral que, a pesar de que con mucha frecuencia no se la respete, eso no le quita rigor, valor ni importancia. Y en este sentido, creo que los argentinos vamos a recuperar nuestra grandeza como país cuando nos atengamos y respetemos todas las leyes y la ley fundamental. Hay un ejemplo histórico paradigmático que permite entender esta cuestión. A principios de 1854, el Congreso General Constituyente le escribe una carta a Urquiza en la que le comunica que ha cerrado sus deliberaciones diciéndole: “Los hombres se dignifican postrándose ante la ley, porque con eso se evitan inclinarse ante los tiranos”. Éste es el mensaje que hay que destacar con motivo del sequicentenario.
- Á‚¿Existe algún momento en la historia de nuestro país al que podemos remontarnos para entender el actual quiebre de la juridicidad?
- Es bastante difícil. La gran quiebra de la juridicidad se da por primera vez con la revolución de septiembre de 1930. A partir de allí se rompe con una secuencia de gobiernos atenidos a la Constitución Nacional que habían comenzado, a pesar movimientos revolucionarios, en 1854 con la presidencia de Urquiza. Y aunque después se renueva el funcionamiento de las instituciones, es como que éste empieza a trastabillar respecto al orden constituido. Esta característica es, sin duda, un retroceso: es la que generó que hayamos ido en un péndulo entre gobiernos constitucionales y gobiernos de facto.
- Á‚¿Qué reflexión hace de los cambios introducidos en 1994?
- Fue sustancial. Algunas de las modificaciones son justificadas, pero otras, sin duda, estaban mejor en la Constitución de 1853. De todos modos, como no soy constitucionalista, no puedo puntualizar cada uno de los cambios. Sí estoy en condiciones de afirmar que los constituyentes de 1853 fueron extremadamente sabios en múltiples aspectos.
- Á‚¿Qué rol tuvo Santa Fe en la vida constitucional del país?
- Santa Fe no sólo tiene el honor de ser la ciudad en la que se sancionó la constitución, sino que también fue el escenario en el que se sancionaron gran parte de los “pactos preexistentes” –como los llama el Preámbulo– que tienen que ver con la construcción de la república.
- Los romanos –entre ellos Cicerón– tenían muy claro este tema. Para ellos, la historia enseñaba. Y en tal sentido, me parece importante entender que a partir de la lectura de nuestra historia, podríamos ayudarnos a explicar el presente y encontrar el porvenir. Así como todos deberíamos conocer nuestros orígenes para saber donde están nuestras raíces, también el país como tal debería conocer sus raíces, y la mejor manera es conociendo su propia historia.
- En su visita a Santa Fe, Mario Bunge repitió en reiteradas oportunidades que para tener buenos científicos, era necesario enseñar física, química, matemática y biología correctamente y desde los primeros pasos de los niños en el sistema escolar. Á‚¿Se podría decir que para tener buenos ciudadanos habría que garantizar una enseñanza de excelencia y calidad de la historia desde la más tierna infancia?
- La analogía es absolutamente correcta. La historia debería enseñarse desde la escuela primaria pero con criterios de verdad y equidad e inserta en los programas como una disciplina autónoma. A lo largo de nuestro devenir como Nación, cuando se generan los primeros textos de Historia, se trataba de una disciplina demasiado pragmática, cuyo objetivo era contribuir a afianzar ese conjunto de personas tan dispar que habitaba nuestro país. En realidad, más que “crisol de razas” –como gustan llamarlo algunos– creo que se trataba de una clara intención de conjugar una diversidad. En este momento de nuestro país es cuando se genera una historiografía que, a pesar de sus múltiples defectos, tendía a formar en el ciudadano claros preceptos de patriotismo, de civismo, de compromiso cívico. En el sistema escolar, este objetivo se perseguía no sólo a través de la enseñanza de Historia, sino también a través de Instrucción Cívica. Se trataba de una ciencia gradual y fuerte que tenía un componente que deberíamos recuperar los argentinos: el ejemplo. Los maestros y profesores volcaban todo su entusiasmo en la enseñanza de la disciplina y daban su ejemplo. Esto generaba dos cuestiones: por un lado, que personas que tenían apenas sus estudios secundarios, supieran más de historia y de sus obligaciones cívicas que un actual graduado universitario. Y por otro lado, que muchos de los que fuimos alumnos de estos maestros, descubriéramos nuestra amor y compromiso por la enseñanza y la investigación de la disciplina. Permítame traer a colación mi caso: si yo no hubiese tenido el profesor de historia que tuve –el Dr. , egresado de la UNL– quizá no me hubiese interesado jamás por la historia.
-Á‚¿Cuál es la actualidad de la Historia en nuestro país?
- Desgraciadamente, desde hace unos años, en la Argentina se estableció el famoso Polimodal en el que la Historia es prácticamente subsumida en las ciencias sociales. De esta manera, pierde casi todas las posibilidades de ser expuesta de manera apropiada.
- Recién lo escuchaba hacer referencia a Cicerón y lo relacionaba con los pensadores clásicos de la tradición helénica. Á‚¿Qué pasó con el vínculo moral de la polis a los vínculos mercantiles de hoy?
- Son comparaciones difíciles de realizar. Eran sistemas políticos y sociales muy diferentes. Primero y principal, ya que nos estamos refiriendo a la Argentina, podríamos establecer un retorno a determinados principios de ética, de moralidad, de compromiso, de civismo, para regirnos mejor. Para no aceptar de una manera absolutamente pasiva, los avances que se puedan producir en cualquier sentido. Y de esa manera me parece que podríamos, no digo revertir corrientes que predominan en todo el mundo, pero sí humanizarlas y sí argentinizarlas, y hacer que sean viables para nuestra propia realidad.
- Á‚¿Cuál sería el ejemplo a seguir?
- Creo que nosotros, sin perjuicio de detenernos en esos grandes pilares de la civilización occidental, debemos atenernos a ejemplos más próximos a nuestros días. Los ejemplos que nos dieron hombres de la revolución, de la organización nacional, de los primeros años de la república organizada. Es decir, desinterés, patriotismo, esfuerzo, deseo de hacer las cosas, de hacerlas bien, sana emulación. Toda una serie de cuestiones que los argentinos vamos perdiendo. Creo que debe haber pocos pueblos en el mundo tan ricos como el nuestro. Nuestros técnicos, nuestros científicos, donde vayan en el mundo se destacan: tenemos una materia prima extraordinaria, y tendríamos que conjugarla con un abandono del individualismo en orden al bien común. Por otra parte, la clase política tendría que hacer su gran parte y pensar que la historia no es alharaca y desfile sino que también mirar hacia adentro y hacer una reflexión para encontrar justamente esos ejemplos. Esa gente que tenía tantos anhelos como nosotros, tantas ambiciones como nosotros, tantas miserias y grandezas, pero cuando llegaba el momento de actuar, actuaban en pos intereses superiores. Por eso fuimos lo que fuimos.
- La explicación es que a lo largo de nuestra historia se ha potenciado una especie de cabeza de Goliat que fue Buenos Aires, que tuvo el poder desde los comienzos mismos de la Revolución de Mayo. Con el correr del tiempo, esto se reprodujo con otras variables, lo cual provocó que las provincias no alcancen un desarrollo armónico. De todos modos, hay un hecho de orden político: que la capital de la Nación esté en esa especie de boca del país que es el puerto de Buenos Aires. Esto también influye económicamente, porque la realidad política también absorbe los recursos del país.
- Y con respecto a la competencia entre Santa Fe y Rosario, Á‚¿cómo explicaría esta relación?
- Como rosarino que soy, tendría que decir que, en primer lugar, y a pesar de que en su momento llevaron a disputas muy, muy serias, hoy estas cuestiones tienen un carácter superado. La propia historia de Rosario indica que es una ciudad que se hizo a sí misma, que nunca encontró el respaldo de organismos nacionales, que no es cabecera de administración, y esto, junto a su propia situación geográfica la llevaron a un importante desarrollo y crecimiento. Las quejas que los rosarinos suelen realizar con respecto a la parte norte de Santa Fe, pero sobre todo a la capital, se centran en que hay una inmensa maquinaria de recursos que se va en burocracia cuando podría invertirse en el desarrollo de la zona sur. Pero de todas maneras, las cosas son como son, y creo que lo que tenemos que hacer es buscar un proceso integrador entre la realidad de ambas y admitirlo y buscar cómo se puede revertir para el bien de ambas. Evitar esa puja que se convierte en folclórica y que no lleva a nada positivo.
Entre las actividades que realizó, De Marco brindó una disertación académica en la que reflexionó sobre el proceso de construcción y modernización político–institucional de nuestro país e hizo hincapié en, por un lado, los momentos inmediatamente anteriores al Congreso General Constituyente de 1853, y por otro lado, en el enfrentamiento de Pavón entre la Confederación Argentina y Buenos Aires gobernada por Mitre.
Conocedor privilegiado de nuestros orígenes, De Marco brindó una extensa y jugosa entrevista que se publica en el primer número del periódico El Paraninfo, y se reproduce completa en esta edición del Newsletter Noticias UNL.
- Á‚¿Qué representa la Constitución Nacional en la historia argentina?
- Su sanción establece el nacimiento organizado del país. Es la piedra basal a partir de la cual comienza a regir un ordenamiento legal e institucional que favorece el desarrollo y la organización del Estado Argentino Moderno.
- Á‚¿Por qué cree que, a pesar de su importancia, actualmente se la respeta tan poco?
- La Argentina surgió, se desarrolló y alcanzó un papel importante a nivel internacional, justamente cuando se respetó a rajatabla la Constitución de 1853. Ella garantizaba el asidero jurídico necesario para el funcionamiento de las instituciones que, a pesar de sus defectos y falencias, nunca se movían fuera de sus regulaciones. Sin duda, hoy la Constitución Nacional sigue siendo una especie de columna vertebral que, a pesar de que con mucha frecuencia no se la respete, eso no le quita rigor, valor ni importancia. Y en este sentido, creo que los argentinos vamos a recuperar nuestra grandeza como país cuando nos atengamos y respetemos todas las leyes y la ley fundamental. Hay un ejemplo histórico paradigmático que permite entender esta cuestión. A principios de 1854, el Congreso General Constituyente le escribe una carta a Urquiza en la que le comunica que ha cerrado sus deliberaciones diciéndole: “Los hombres se dignifican postrándose ante la ley, porque con eso se evitan inclinarse ante los tiranos”. Éste es el mensaje que hay que destacar con motivo del sequicentenario.
- Á‚¿Existe algún momento en la historia de nuestro país al que podemos remontarnos para entender el actual quiebre de la juridicidad?
- Es bastante difícil. La gran quiebra de la juridicidad se da por primera vez con la revolución de septiembre de 1930. A partir de allí se rompe con una secuencia de gobiernos atenidos a la Constitución Nacional que habían comenzado, a pesar movimientos revolucionarios, en 1854 con la presidencia de Urquiza. Y aunque después se renueva el funcionamiento de las instituciones, es como que éste empieza a trastabillar respecto al orden constituido. Esta característica es, sin duda, un retroceso: es la que generó que hayamos ido en un péndulo entre gobiernos constitucionales y gobiernos de facto.
- Á‚¿Qué reflexión hace de los cambios introducidos en 1994?
- Fue sustancial. Algunas de las modificaciones son justificadas, pero otras, sin duda, estaban mejor en la Constitución de 1853. De todos modos, como no soy constitucionalista, no puedo puntualizar cada uno de los cambios. Sí estoy en condiciones de afirmar que los constituyentes de 1853 fueron extremadamente sabios en múltiples aspectos.
- Á‚¿Qué rol tuvo Santa Fe en la vida constitucional del país?
- Santa Fe no sólo tiene el honor de ser la ciudad en la que se sancionó la constitución, sino que también fue el escenario en el que se sancionaron gran parte de los “pactos preexistentes” –como los llama el Preámbulo– que tienen que ver con la construcción de la república.
La enseñanza y la investigación en historia
- Á‚¿Cuál es la importancia de retrotraerse a la historia?- Los romanos –entre ellos Cicerón– tenían muy claro este tema. Para ellos, la historia enseñaba. Y en tal sentido, me parece importante entender que a partir de la lectura de nuestra historia, podríamos ayudarnos a explicar el presente y encontrar el porvenir. Así como todos deberíamos conocer nuestros orígenes para saber donde están nuestras raíces, también el país como tal debería conocer sus raíces, y la mejor manera es conociendo su propia historia.
- En su visita a Santa Fe, Mario Bunge repitió en reiteradas oportunidades que para tener buenos científicos, era necesario enseñar física, química, matemática y biología correctamente y desde los primeros pasos de los niños en el sistema escolar. Á‚¿Se podría decir que para tener buenos ciudadanos habría que garantizar una enseñanza de excelencia y calidad de la historia desde la más tierna infancia?
- La analogía es absolutamente correcta. La historia debería enseñarse desde la escuela primaria pero con criterios de verdad y equidad e inserta en los programas como una disciplina autónoma. A lo largo de nuestro devenir como Nación, cuando se generan los primeros textos de Historia, se trataba de una disciplina demasiado pragmática, cuyo objetivo era contribuir a afianzar ese conjunto de personas tan dispar que habitaba nuestro país. En realidad, más que “crisol de razas” –como gustan llamarlo algunos– creo que se trataba de una clara intención de conjugar una diversidad. En este momento de nuestro país es cuando se genera una historiografía que, a pesar de sus múltiples defectos, tendía a formar en el ciudadano claros preceptos de patriotismo, de civismo, de compromiso cívico. En el sistema escolar, este objetivo se perseguía no sólo a través de la enseñanza de Historia, sino también a través de Instrucción Cívica. Se trataba de una ciencia gradual y fuerte que tenía un componente que deberíamos recuperar los argentinos: el ejemplo. Los maestros y profesores volcaban todo su entusiasmo en la enseñanza de la disciplina y daban su ejemplo. Esto generaba dos cuestiones: por un lado, que personas que tenían apenas sus estudios secundarios, supieran más de historia y de sus obligaciones cívicas que un actual graduado universitario. Y por otro lado, que muchos de los que fuimos alumnos de estos maestros, descubriéramos nuestra amor y compromiso por la enseñanza y la investigación de la disciplina. Permítame traer a colación mi caso: si yo no hubiese tenido el profesor de historia que tuve –el Dr. , egresado de la UNL– quizá no me hubiese interesado jamás por la historia.
-Á‚¿Cuál es la actualidad de la Historia en nuestro país?
- Desgraciadamente, desde hace unos años, en la Argentina se estableció el famoso Polimodal en el que la Historia es prácticamente subsumida en las ciencias sociales. De esta manera, pierde casi todas las posibilidades de ser expuesta de manera apropiada.
- Recién lo escuchaba hacer referencia a Cicerón y lo relacionaba con los pensadores clásicos de la tradición helénica. Á‚¿Qué pasó con el vínculo moral de la polis a los vínculos mercantiles de hoy?
- Son comparaciones difíciles de realizar. Eran sistemas políticos y sociales muy diferentes. Primero y principal, ya que nos estamos refiriendo a la Argentina, podríamos establecer un retorno a determinados principios de ética, de moralidad, de compromiso, de civismo, para regirnos mejor. Para no aceptar de una manera absolutamente pasiva, los avances que se puedan producir en cualquier sentido. Y de esa manera me parece que podríamos, no digo revertir corrientes que predominan en todo el mundo, pero sí humanizarlas y sí argentinizarlas, y hacer que sean viables para nuestra propia realidad.
- Á‚¿Cuál sería el ejemplo a seguir?
- Creo que nosotros, sin perjuicio de detenernos en esos grandes pilares de la civilización occidental, debemos atenernos a ejemplos más próximos a nuestros días. Los ejemplos que nos dieron hombres de la revolución, de la organización nacional, de los primeros años de la república organizada. Es decir, desinterés, patriotismo, esfuerzo, deseo de hacer las cosas, de hacerlas bien, sana emulación. Toda una serie de cuestiones que los argentinos vamos perdiendo. Creo que debe haber pocos pueblos en el mundo tan ricos como el nuestro. Nuestros técnicos, nuestros científicos, donde vayan en el mundo se destacan: tenemos una materia prima extraordinaria, y tendríamos que conjugarla con un abandono del individualismo en orden al bien común. Por otra parte, la clase política tendría que hacer su gran parte y pensar que la historia no es alharaca y desfile sino que también mirar hacia adentro y hacer una reflexión para encontrar justamente esos ejemplos. Esa gente que tenía tantos anhelos como nosotros, tantas ambiciones como nosotros, tantas miserias y grandezas, pero cuando llegaba el momento de actuar, actuaban en pos intereses superiores. Por eso fuimos lo que fuimos.
La Argentina Moderna
- Lo cambio de tema. Uno de sus temas de investigación ha sido la conformación de la Argentina Moderna y los procesos de crecimiento de las economías regionales. Á‚¿Por qué en la Argentina, a la luz de los proyectos modernizadores se dio un crecimiento tan desparejo y desequilibrado de las economías y geografías regionales?- La explicación es que a lo largo de nuestra historia se ha potenciado una especie de cabeza de Goliat que fue Buenos Aires, que tuvo el poder desde los comienzos mismos de la Revolución de Mayo. Con el correr del tiempo, esto se reprodujo con otras variables, lo cual provocó que las provincias no alcancen un desarrollo armónico. De todos modos, hay un hecho de orden político: que la capital de la Nación esté en esa especie de boca del país que es el puerto de Buenos Aires. Esto también influye económicamente, porque la realidad política también absorbe los recursos del país.
- Y con respecto a la competencia entre Santa Fe y Rosario, Á‚¿cómo explicaría esta relación?
- Como rosarino que soy, tendría que decir que, en primer lugar, y a pesar de que en su momento llevaron a disputas muy, muy serias, hoy estas cuestiones tienen un carácter superado. La propia historia de Rosario indica que es una ciudad que se hizo a sí misma, que nunca encontró el respaldo de organismos nacionales, que no es cabecera de administración, y esto, junto a su propia situación geográfica la llevaron a un importante desarrollo y crecimiento. Las quejas que los rosarinos suelen realizar con respecto a la parte norte de Santa Fe, pero sobre todo a la capital, se centran en que hay una inmensa maquinaria de recursos que se va en burocracia cuando podría invertirse en el desarrollo de la zona sur. Pero de todas maneras, las cosas son como son, y creo que lo que tenemos que hacer es buscar un proceso integrador entre la realidad de ambas y admitirlo y buscar cómo se puede revertir para el bien de ambas. Evitar esa puja que se convierte en folclórica y que no lleva a nada positivo.