Ciencia

¿Hasta cuándo en crisis la lechería?

Jueves 27 de septiembre de 2007

Es un reclamo repetido: los tambos están en crisis. La última inundación y los avatares de un invierno crudísimo pusieron a prueba a muchas pequeñas y medianas empresas de la región, y algunas se quedaron en el camino. El tema es abordado en el informe central

La última crisis que sacudió fuertemente al sector lechero en la provincia todavía no da descanso a los tambos. Desde la última gran inundación que padeció la región a fines de marzo, la ciudad cabecera de una de las provincias lecheras por excelencia en la Argentina estuvo al borde del desabastecimiento de lácteos y la situación se extendió hacia otras localidades del país.
De acuerdo con estadísticas oficiales, la última emergencia hídrica provocó una pérdida de 2.061.997.413 pesos en toda la provincia de Santa Fe. Los perjuicios se repartieron entre los sectores agrícola, ganadero, hortícola y también lechero, que perdió en total 57.039.292 pesos. En este marco, los departamentos Las Colonias y Castellanos (que justamente concentran la mayor parte de los tambos de la provincia) sufrieron pérdidas de 19 y 21 millones de pesos, respectivamente. Para los tamberos del centro y sur de la provincia de Santa Fe, donde se concentran la mayor cantidad de tambos, la inundación de fines de marzo causó estragos en casi 3 millones de hectáreas.
“El problema es estructural porque afectó la estructura forrajera, que es la base de la alimentación de la vaca”, comenzó a explicar el Ing. Pedro Weidman, docente e investigador de la Facultad de Ciencias Agrarias (FCA) de la Universidad Nacional del Litoral (UNL). La alimentación del ganado se basa fundamentalmente en la alfalfa, un cultivo de raíces profundas; la caída de tanta agua en tan poco tiempo (a fines de marzo llovieron 500 milímetros en tres días) terminó por echar a perder estos cultivos y con ellos la fuente de alimentación primordial de los animales.
Sin embargo, según dicen los propios perjudicados, esta coyuntura de la inundación no hizo otra cosa que agravar un panorama que ya venía demostrando síntomas críticos. “La situación ya se había agravado con el aumento de granos el año pasado; este shock climático sorprendió al productor en condiciones de desprotección… Yo diría que para un productor que estaba ya en crisis, la inundación fue un golpe del que no pudo reponerse”, dijo Weidman, y que afectó principalmente –aseguró el investigador- a los pequeños tambos.

“No hay crisis”
En 1975, había 15.262 tambos en la provincia. En 20 años cerraron 10.000 (había 5.664 en 1995). En 2005 se computaban 4.591 tambos, la friolera del 70% menos que hace 30 años atrás.
Sin embargo, la producción de leche (medida en litros por día) se incrementó de manera notable en la región, al punto que en 2005 se ubicó un 129% más arriba que en 1975, según datos del Ministerio de Agricultura, Ganadería, Industria y Comercio de la provincia.
“Hay un montón de cosas que hacen pensar que la crisis no es tal”, disparó el Ing. Agr. Oscar Osán, investigador de la FCA, y agregó: “Cuando vas al campo ves que no quedó más pastura; que se agotaron las reservas y están pagando los granos a precios muy altos, pero siguen produciendo. La caída que se va a dar va a ser importante, pero no va  a ser una catástrofe. No es verdad que nos quedamos sin leche en la zona del centro del país”.
“Hay una cuestión de productividad y eficiencia económica que va mucho más allá de las catástrofes climáticas, la convertibilidad y las cuestiones políticas. Y el tambo que cerró hoy, igual iba a cerrar mañana”, advirtió Osán, integrante de la cátedra “Economía, mercadeo agroalimentario y administración de organizaciones”, que se dicta en la FCA.
“A la crisis hay que medirla no sólo tras una crisis coyuntural y del corto plazo sino como efecto continuado de decisiones inapropiadas a nivel de empresa que no han tenido la previsión suficiente como para mantenerse y crecer”, advirtió Ana María Cursack, también docente de la FCA e integrante del mismo grupo de investigación.
Para el grupo, las actuales condiciones que impone el mercado nacional e internacional ponen a prueba permanentemente la eficacia de la empresa, lo que deriva en su crecimiento o en su cierre definitivo. “Eso es, en cierta medida, el secreto del negocio en el campo, y eso lo dicen los inmigrantes desde siempre: el que no crece, a la larga desaparece, cualquiera sea la actividad”, sentenció Cursack.
“La actividad lechera no está en crisis en la provincia. Lo que suele estar en crisis –dice- es la situación particular de algunos productores”. Los que sobreviven, opina Osán, “son productores que aprenden a funcionar con un costo extra, como el alquiler, y eso los vuelve más eficientes. Los modelos van mutando a otros mucho más intensivos (que suponen más vacas por hectárea), o a gente que tiene más vacas y alquila más tierras. Pero no hay crisis”, dijo la investigadora.

Una nueva estructura
15.262 tambos tenía la provincia de Santa Fe en 1975, y algo más de 600 mil vacas. Diez años después la cifra se redujo a 9.325 y siguió cayendo, hasta que en 2005 se contabilizaron 4.591 tambos, con casi la misma cantidad de animales: 621.087.
El proceso de concentración de tierras en cada vez menos manos (se habla que de 550 hectáreas por productor, cuando antes el promedio era de 300 hectáreas) afectó severamente la estructura del tambo en la región, otrora fuertemente caracterizado por empresas familiares.
“El sector lechero fue siempre un sector heterogéneo, con una gran concentración de empresas familiares. Esto le dio una diversidad al territorio muy particular, cosa que no ha pasado con la soja”, dijo el Ing. Agr. Hugo Erbetta, docente e investigador de la Facultad de Ciencias Agrarias (FCA) de la Universidad Nacional del Litoral (UNL).
La explosión de la soja (sumada a otra anterior, la siembra directa) fue una de las principales protagonistas de los cambios agropecuarios producidos en los últimos años en nuestro país. Los cultivos sojeros desplazaron a la producción ganadera y, al requerir menos cantidad de mano de obra (la proporción indica que, de cada 25 trabajadores que emplea un tambo, un cultivo extensivo ocupa sólo a 1), prácticamente obligaron la población rural a exiliarse a las ciudades.
Según los censos agropecuarios, entre el 1988 y 2002, se “cayeron” cerca de 6.000 productores. “Del 2002 en adelante el proceso se siguió dando, aunque con cifras menores. A nivel del esquema productivo se sigue conservando la presencia del tambero, aunque en muchos lugares en lugar de una familia ahora hay empleados”, agregó Erbetta.


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