Ciencia y Técnica
Buscan preservar especies forestales nativas
Viernes 19 de mayo de 2006
A través de un proyecto conjunto, especialistas de la Facultad de Ciencias Agrarias de la UNL trabajan con productores de la región para que el bosque siga siendo bosque: ya detectaron especies características de la región y seleccionaron un grupo de "árboles
Las dos terceras partes de los bosques nativos de Santa Fe han desaparecido por el avance de la frontera agrícola, los bosques remanentes son progresivamente deteriorados por el sobrepastoreo, la producción de leña y carbón y la tala selectiva y menos del 1% de la superficie de bosque chaqueño está legalmente protegida en reservas.
En este contexto, desde octubre de 2005, un grupo de profesionales de la Facultad de Ciencias Agrarias (FCA) de la Universidad Nacional del Litoral (UNL) y de Fundapaz desarrollan un proyecto que "busca salvar los últimos árboles semilleros de las especies forestales nativas", según indicó el Dr. Gustavo Marino.
Mediante el Programa Social de Bosques (ProSoBo), financiado por la Secretaría de Medio Ambiente y Desarrollo Sustentable de la Nación, un grupo de docentes, investigadores y alumnos están tratando de recuperar aquellas especies nativas que caracterizan los bosques de la provincia y que muchas veces son menospreciadas. Para eso, se realizó un trabajo conjunto con productores Á‚"”"que conocen empíricamente el terreno", según MarinoÁ‚"” y se seleccionaron las principales especies. La tarea se completa con una fuerte capacitación, de la mano de talleres especialmente dirigidos a productores de la Cuña Boscosa Santafesina.
El proyecto comenzó a ejecutarse con los talleres de capacitación que se realizaron en el norte de la provincia, que convocaron a 60 productores y sirvieron para "seleccionar las especies a incluir en el proyecto", indicó Marino.
En conjunto, productores, técnicos e investigadores seleccionaron especies características de la región (Quebracho Colorado y Blanco, Algarrobo Negro y Amarillo, Guayacán, Espina Corona, Guaraniná, Áƒ'andubay, Mistol, Urunday y Guayaibí) y, posteriormente, identificaron un grupo de 400 "árboles semilleros", aquellos que presentan una mayor aptitud y que son "celosamente custodiados" por los productores, como una forma de proteger la biodiversidad y asegurar la reproducción de la especie en el tiempo.
El proyecto "contribuye a la conservación in situ de los recursos genéticos de nuestros bosques", explicó Marino. En este sentido, agregó que "la extracción sistemática de los árboles de mayor aptitud forestal configura un bosque empobrecido en cuanto a la diversidad genética: la tala sistemática de árboles de fuste recto empleados para mueblería, como ocurre en el caso del algarrobo, podría determinar la pérdida de dicha característica dentro de una población, debido al menor número de descendientes con esa forma. El establecimiento de áreas semilleras forestales representa un avance significativo para el resguardo del patrimonio genético forestal".
Para completar el panorama, los investigadores de la FCA obtuvieron semillas de cada árbol y las almacenaron en condiciones óptimas, con el fin de conformar un Banco de Germoplasma. Allí se realizan "estudios del comportamiento germinativo de las semillas y se evalúan parámetros físicos", a fin de catalogar los materiales.
En este sentido, incorporan a los sistemas de producción convencionales, especies con alto valor maderero y forrajero, y que se adaptan a los ambientes. Es el caso del Algarrobo, Espina Corona y Guayacán, "que además de crecer en suelos con baja aptitud agrícola, son caducifolias y permiten el crecimiento de hierbas forrajeras bajo sus copas y también producen un volumen importante de frutos que son consumidos por vacas, caballos y cabras y que son muy nutritivos para el hombre", dijo Marino.
"El proyecto se apoya en la relación que existe entre los pobladores rurales de la Cuña Boscosa y sus árboles nativos, reivindica la relación sociedad-naturaleza y al mismo tiempo mejora la situación económica de la zona", indicó Marino. Además de ser "guardianes" de los árboles, los productores se capacitan en la cosecha, almacenamiento y, finalmente, reciben ingresos por la venta de los frutos. Se espera que con el tiempo se concreten dos nuevas iniciativas: la implementación de viveros familiares (sobre lo que se dictará un taller este fin de semana, en Esperanza), y la comercialización de semillas y plantines.
En este contexto, desde octubre de 2005, un grupo de profesionales de la Facultad de Ciencias Agrarias (FCA) de la Universidad Nacional del Litoral (UNL) y de Fundapaz desarrollan un proyecto que "busca salvar los últimos árboles semilleros de las especies forestales nativas", según indicó el Dr. Gustavo Marino.
Mediante el Programa Social de Bosques (ProSoBo), financiado por la Secretaría de Medio Ambiente y Desarrollo Sustentable de la Nación, un grupo de docentes, investigadores y alumnos están tratando de recuperar aquellas especies nativas que caracterizan los bosques de la provincia y que muchas veces son menospreciadas. Para eso, se realizó un trabajo conjunto con productores Á‚"”"que conocen empíricamente el terreno", según MarinoÁ‚"” y se seleccionaron las principales especies. La tarea se completa con una fuerte capacitación, de la mano de talleres especialmente dirigidos a productores de la Cuña Boscosa Santafesina.
El trabajo
El ProSoBo busca "fortalecer la actividad silvopastoril en la región mediante el desarrollo de actividades agropecuarias social y técnicamente sustentables", frente a los tradicionales sistemas de producción, como los cultivos extensivos. Para eso "comenzamos trabajando con los productores, que tienen un conocimiento claro de lo que pasa en el bosque; cuentan con la sabiduría adquirida en los montes, pero por sobre todas las cosas tienen más claro que nadie cuánto valen y cuánto representan los recursos forestales nativos", dijo Marino.El proyecto comenzó a ejecutarse con los talleres de capacitación que se realizaron en el norte de la provincia, que convocaron a 60 productores y sirvieron para "seleccionar las especies a incluir en el proyecto", indicó Marino.
En conjunto, productores, técnicos e investigadores seleccionaron especies características de la región (Quebracho Colorado y Blanco, Algarrobo Negro y Amarillo, Guayacán, Espina Corona, Guaraniná, Áƒ'andubay, Mistol, Urunday y Guayaibí) y, posteriormente, identificaron un grupo de 400 "árboles semilleros", aquellos que presentan una mayor aptitud y que son "celosamente custodiados" por los productores, como una forma de proteger la biodiversidad y asegurar la reproducción de la especie en el tiempo.
El proyecto "contribuye a la conservación in situ de los recursos genéticos de nuestros bosques", explicó Marino. En este sentido, agregó que "la extracción sistemática de los árboles de mayor aptitud forestal configura un bosque empobrecido en cuanto a la diversidad genética: la tala sistemática de árboles de fuste recto empleados para mueblería, como ocurre en el caso del algarrobo, podría determinar la pérdida de dicha característica dentro de una población, debido al menor número de descendientes con esa forma. El establecimiento de áreas semilleras forestales representa un avance significativo para el resguardo del patrimonio genético forestal".
Para completar el panorama, los investigadores de la FCA obtuvieron semillas de cada árbol y las almacenaron en condiciones óptimas, con el fin de conformar un Banco de Germoplasma. Allí se realizan "estudios del comportamiento germinativo de las semillas y se evalúan parámetros físicos", a fin de catalogar los materiales.
"Amigos del ambiente"
Desde la FCA y el ProSoBo plantean un "uso de la tierra amigo del ambiente", que apunta a establecer sistemas de producción mixtos, de uso múltiple o también llamados silvopastoriles, que demandan la plantación y el manejo forestal de las especies nativas junto a las actividades ganaderas".En este sentido, incorporan a los sistemas de producción convencionales, especies con alto valor maderero y forrajero, y que se adaptan a los ambientes. Es el caso del Algarrobo, Espina Corona y Guayacán, "que además de crecer en suelos con baja aptitud agrícola, son caducifolias y permiten el crecimiento de hierbas forrajeras bajo sus copas y también producen un volumen importante de frutos que son consumidos por vacas, caballos y cabras y que son muy nutritivos para el hombre", dijo Marino.
"El proyecto se apoya en la relación que existe entre los pobladores rurales de la Cuña Boscosa y sus árboles nativos, reivindica la relación sociedad-naturaleza y al mismo tiempo mejora la situación económica de la zona", indicó Marino. Además de ser "guardianes" de los árboles, los productores se capacitan en la cosecha, almacenamiento y, finalmente, reciben ingresos por la venta de los frutos. Se espera que con el tiempo se concreten dos nuevas iniciativas: la implementación de viveros familiares (sobre lo que se dictará un taller este fin de semana, en Esperanza), y la comercialización de semillas y plantines.