Investigación de la UNL
Especialización y precarización: la variable laboral del nuevo siglo
Lunes 8 de julio de 2002
Los graduados universitarios se capacitan cada día más, pero consiguen trabajos más precarios. Un estudio de la UNL dice también que postergan proyectos personales y priorizan los laborales.
“El día siguiente a obtener su título universitario, un graduado en 1970 estaba trabajando en su profesión. Hoy, el mismo egresado encuentra un mercado laboral totalmente cerrado, pese a que sus estudios de especialización son claramente superiores”. La introducción pertenece a la profesora Teresa Suárez, docente investigadora de la Facultad de Humanidades y Ciencias, de la Universidad Nacional del Litoral (UNL). Las postales, a las dos caras de una economía de mercado que sacrifica más de lo que es capaz de generar.
A partir del proyecto de investigación y desarrollo Inserción laboral de los/las graduados/as universitarios/as de la UNL, un grupo de profesionales se encargó de estudiar qué ocurría con los egresados que abandonaban la institución con el título bajo el brazo y se proponían ingresar al mundo del trabajo. Para esto se encararon entrevistas en profundidad sobre una muestra dividida en tres grandes segmentos: una primera generación conformada por personas que egresaron hace 30 años; una segunda, con quienes están promediando la carrera laboral; y una tercera generación, integrada por recién graduados, en todos los casos de las carreras Veterinaria, Agronomía, profesorados, Arquitectura, Abogacía y Ciencias Económicas.
“En la primera generación no se evidenciaron problemas de inserción laboral; en cambio, muchos de los integrantes de la mediana generación prefirieron seguir con su trabajo anterior, pese a graduarse en otra profesión, bien porque era social o económicamente significativo o porque no decidieron el salto. Y los recién recibidos muestran un esfuerzo mucho mayor que el de generaciones anteriores: tienen posgrados, residencias en empresas, especializaciones, más calificaciones que nadie, pero consiguen trabajos más precarios”, explicó la investigadora, también doctora en Historia.
Esto se dibuja claramente en las actuales estadísticas de desocupación, que golpean a todos los sectores sociales sin excepción: “Los que tienen entre 25 y 30 años de antigÁƒ¼edad consiguieron trabajo inmediatamente; no manifestaron haber tenido problemas de ocupación. Hoy todas las profesiones, sin excepción, nos dijeron que el mercado estaba saturado”, define Suárez.
Si antes una mujer postergaba su realización profesional para dedicarse por completo a la crianza de sus hijos, hoy se destaca una egresada que planifica aunque sin descartar- la posibilidad de formar una familia, o cumplir con expectativas personales que no se emparentan con su carrera laboral. “Los varones de la primera generación consultada se incorporaron de inmediato al trabajo, sin ocuparse de ninguna tarea doméstica. Mientras tanto, las mujeres manifestaron no empezar a trabajar enseguida, excepto las solteras: las casadas eligieron la vida familiar y se volcaron a la profesión sólo cuando sus hijos crecieron”, describió la docente, evaluando que la carrera universitaria era, muchas veces, una especie de “mercado matrimonial”, no la búsqueda de una profesión definitiva.
El tiempo revirtió el proceso, y las mujeres entrevistadas pertenecientes a la llamada “segunda generación” otorgaron un lugar más importante a la búsqueda del lugar profesional. “En las recién graduadas aparece la necesidad de trabajar; no abandonan la idea de familia, pero piensan en qué momento”, sintetiza.
Para Suárez, “el mandato de ser madres que la sociedad les impone a las mujeres no se valora con la carrera profesional. A las mujeres se les dice: ‘elegiste ser madre, embromate’. La sociedad exige que la reproducción, tanto biológica como sociocultural, pero las principales destinatarias son las mujeres, a expensas de un costo muy grande. Hoy muchas deciden desobedecer ese mandato, o cumplirlo pero a la vez exigirle a su pareja que los costos sean parejos”. En este sentido, mientras muchos hombres consultados de la primera generación manifestaban no dedicar ninguna hora al trabajo doméstico, los más jóvenes se reparten de manera más igualitaria las tareas: “Se ha avanzado en la democratización, se posterga la idea de familia y se evidencia el control de natalidad como una elección”, concluye.
“La femenización indica- aparece en Ciencias Económicas, por ejemplo, donde antes eran muchos hombres y ahora son mitad y mitad. En Agronomía y Veterinaria las mujeres no pasan el 20 por ciento, y Humanidades y Ciencias, que contaba con un 90 por ciento de mujeres, tiene un 60 por ciento de mujeres y un ingreso de hombres cada vez mayor. Esto apunta claramente a una mayor democratización de los temas: eso de decir es cosa de mujeres, casi despectivamente, por suerte se está abandonando”.
A partir del proyecto de investigación y desarrollo Inserción laboral de los/las graduados/as universitarios/as de la UNL, un grupo de profesionales se encargó de estudiar qué ocurría con los egresados que abandonaban la institución con el título bajo el brazo y se proponían ingresar al mundo del trabajo. Para esto se encararon entrevistas en profundidad sobre una muestra dividida en tres grandes segmentos: una primera generación conformada por personas que egresaron hace 30 años; una segunda, con quienes están promediando la carrera laboral; y una tercera generación, integrada por recién graduados, en todos los casos de las carreras Veterinaria, Agronomía, profesorados, Arquitectura, Abogacía y Ciencias Económicas.
“En la primera generación no se evidenciaron problemas de inserción laboral; en cambio, muchos de los integrantes de la mediana generación prefirieron seguir con su trabajo anterior, pese a graduarse en otra profesión, bien porque era social o económicamente significativo o porque no decidieron el salto. Y los recién recibidos muestran un esfuerzo mucho mayor que el de generaciones anteriores: tienen posgrados, residencias en empresas, especializaciones, más calificaciones que nadie, pero consiguen trabajos más precarios”, explicó la investigadora, también doctora en Historia.
Esto se dibuja claramente en las actuales estadísticas de desocupación, que golpean a todos los sectores sociales sin excepción: “Los que tienen entre 25 y 30 años de antigÁƒ¼edad consiguieron trabajo inmediatamente; no manifestaron haber tenido problemas de ocupación. Hoy todas las profesiones, sin excepción, nos dijeron que el mercado estaba saturado”, define Suárez.
La familia, después
“A la hora de buscar trabajo se mezclan dos cosas: una es lo que el mercado pide; otra, lo que cada interesado tiene como expectativa, y esto también está mezclado con la cultura”, explicó Suárez, directora del proyecto subsidiado por la UNL. Y continuó: “No queríamos obtener simplemente cifras de ocupación y subocupación, sino ver de qué manera la elección de carreras y de trabajo se acoplan con la posibilidad de elegir fundar una familia, por ejemplo. Los hombres y las mujeres toman decisiones que afectan a las dos cosas simultáneamente, y esto pone en juego cuáles son las posibilidades de cada uno”.Si antes una mujer postergaba su realización profesional para dedicarse por completo a la crianza de sus hijos, hoy se destaca una egresada que planifica aunque sin descartar- la posibilidad de formar una familia, o cumplir con expectativas personales que no se emparentan con su carrera laboral. “Los varones de la primera generación consultada se incorporaron de inmediato al trabajo, sin ocuparse de ninguna tarea doméstica. Mientras tanto, las mujeres manifestaron no empezar a trabajar enseguida, excepto las solteras: las casadas eligieron la vida familiar y se volcaron a la profesión sólo cuando sus hijos crecieron”, describió la docente, evaluando que la carrera universitaria era, muchas veces, una especie de “mercado matrimonial”, no la búsqueda de una profesión definitiva.
El tiempo revirtió el proceso, y las mujeres entrevistadas pertenecientes a la llamada “segunda generación” otorgaron un lugar más importante a la búsqueda del lugar profesional. “En las recién graduadas aparece la necesidad de trabajar; no abandonan la idea de familia, pero piensan en qué momento”, sintetiza.
Para Suárez, “el mandato de ser madres que la sociedad les impone a las mujeres no se valora con la carrera profesional. A las mujeres se les dice: ‘elegiste ser madre, embromate’. La sociedad exige que la reproducción, tanto biológica como sociocultural, pero las principales destinatarias son las mujeres, a expensas de un costo muy grande. Hoy muchas deciden desobedecer ese mandato, o cumplirlo pero a la vez exigirle a su pareja que los costos sean parejos”. En este sentido, mientras muchos hombres consultados de la primera generación manifestaban no dedicar ninguna hora al trabajo doméstico, los más jóvenes se reparten de manera más igualitaria las tareas: “Se ha avanzado en la democratización, se posterga la idea de familia y se evidencia el control de natalidad como una elección”, concluye.
Más hombres que mujeres
Históricamente, algunas carreras han sido mayoritariamente elegidas por hombres y otras por mujeres, y aquí también aparecen condicionamientos culturales como vectores importantes en la decisión. “El acceso a la universidad es libre, pero está condicionado culturalmente”, explica Suárez, no sin antes dar cuenta de un dato sorpresivo: son cada vez más los hombres que eligen carreras antes consideradas “de mujeres”.“La femenización indica- aparece en Ciencias Económicas, por ejemplo, donde antes eran muchos hombres y ahora son mitad y mitad. En Agronomía y Veterinaria las mujeres no pasan el 20 por ciento, y Humanidades y Ciencias, que contaba con un 90 por ciento de mujeres, tiene un 60 por ciento de mujeres y un ingreso de hombres cada vez mayor. Esto apunta claramente a una mayor democratización de los temas: eso de decir es cosa de mujeres, casi despectivamente, por suerte se está abandonando”.