Primer caso en Argentina

Fiebre amarilla: lo que hay que saber

Sábado 1 de marzo de 2008

47 años después, aparece un nuevo caso de fiebre amarilla en territorio misionero y el fantasma de la epidemia se reaviva. ¿De qué se trata esta enfermedad que parecía olvidada? Investigadores de la UNL señalan generalidades, métodos de prevención y la situaci

Las primeras muertes en Paraguay y Brasil a causa de fiebre amarilla condujeron a que se declare el alerta sanitario en las provincias limítrofes del noreste argentino. A pesar de esto apareció un caso en territorio argentino. Un joven misionero que no había sido vacunado fue diagnosticado el lunes pasado y se convirtió en el primer enfermo de fiebre amarilla en la Argentina en casi medio siglo.
Pensar en esta enfermedad infecciosa, que mata entre un 5 y hasta un 50 por ciento de los infectados que no llegan a tratarse, parece asemejarse a un relato histórico de las epidemias de fiebre amarilla que sufrió nuestro país. La más feroz, la que dejó un saldo de 13 mil muertos en Buenos Aires en 1871, luego del regreso de las tropas de la guerra contra el Paraguay, país en el que los soldados habían contraído la enfermedad.
Varios años después, la fiebre amarilla vuelve a alertar a los poblados de nuestro país, principalmente a aquellos más cercanos a los territorios donde la enfermedad fue declarada.

Sobre la enfermedad
La fiebre amarilla tiene una corta duración y su gravedad varía según la rapidez del tratamiento. Los primeros síntomas son fiebre elevada, náuseas, vómitos, dolores de cabeza y postración, sumado a un pulso más lento y la aparición de hemorragias en la boca, entre otros.  
Son dos las especies de mosquitos que transmiten la enfermedad a través de sus picaduras: ejemplares del género Haemagogus (común en ambientes ampliamente vegetados), y algunas especies de Aedes (particularmente aquellas caracterizadas por tener hábitos también selváticos), los mismos que también transmiten el dengue. Pero a diferencia del dengue y el dengue hemorrágico, que también necesitan la intervención de mosquitos y que reaparecieron en los últimos años, existe una vacuna contra la fiebre amarilla.
En ese sentido, las licenciadas Alicia Guidotti y Elena Cánave, investigadoras de la Universidad Nacional del Litoral (UNL), aseguran que las vacunas son efectivas en 99 por ciento y que su aplicación es necesaria en caso de viajar a zonas geográficas donde se detecten brotes. “Entre los siete a diez días posteriores a la vacunación aparecen en las personas los anticuerpos que pueden prolongarse por 30 a 35 años, pero por prevención la dosis debe repetirse cada diez años”, remarcan.

No todos los mosquitos
Existen dos tipos de fiebre amarilla: la selvática y la urbana. La selvática registra casos principalmente en Latinoamérica y África, donde las selvas son abundantes, y afecta a un gran número de personas que residen en esas zonas. En esos casos, los monos son el “reservorio”, es decir, el lugar donde la enfermedad se desarrolla. Al picarlos, el mosquito queda infectado y contagia al humano (con otra picadura).
La fiebre amarilla urbana está vinculada con ciudades y poblados y es transmitida por el Aedes Aegypti. En las zonas pobladas esta especie de mosquito transmisora vive y se desarrolla en cualquier recipiente, por más pequeño que sea, donde quede agua estancada. En este sentido, otra medida preventiva  apunta a eliminar cualquier tipo de objeto que facilite su reproducción como restos de botellas, latas, macetas, pequeños frascos y trozos de planteras, entre otros.
A diferencia de otros mosquitos, que atacan a una sola persona o a pocas hasta “llenarse de sangre”, esta especie pica sucesivamente durante su vida adulta -estimada en cuatro meses-, por lo que incrementa su capacidad transmisora.
De color oscuro y con manchas blancas en el cuerpo y las patas, esta especie se adapta a las condiciones de vida urbana, especialmente en lugares muy húmedos y con temperaturas elevadas.

La situación de Santa Fe
El mosquito Aedes Aegypti (que transmite la fiebre amarilla y el dengue) puede hallarse “en nuestra ciudad, en Santo Tomé y en toda la provincia”, aunque no es tan común como otras especies.
Sobre la expansión de la enfermedad y la situación de Santa Fe, Guidotti es cauta y aclara que con las medidas preventivas -como la vacunación a personas que viajen a zonas declaradas- se baja considerablemente el riesgo, aunque también existe el “transporte pasivo”, casos en que los mosquitos infectados “viajan” por ejemplo alojados en la carga de camiones a otros sitios geográficos: “Lo que se escapa de la prevención está fuera del alcance de todos”, asegura finalmente. 

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