A tres años
La historia de las mentiras verdaderas
Martes 2 de mayo de 2006
Con motivo de conmemorarse tres años de la peor inundación de la ciudad de Santa Fe, la Prof. Milagros Demiryi vuelca en palabras la experiencia vivida. Demiryi es docente de la Universidad Nacional del Litoral y miembro de la Casa de Derechos humanos. "Hay qu
Por Milagros Demiryi *
En la antigÁƒ¼edad los griegos representaban su propia historia, las heroicas y dolorosas fueron sus tragedias, las mentiras y falsedades fueron sus farsas.
Los santafesinos tenemos también nuestras propias farsas de las cuales derivan nuestras tragedias.
He aquí la tragedia: 29/04/2003. Más de 130.000 personas inundadas. Más de 3.000 millones de pesos en pérdidas materiales. 23 personas muertas ahogadas. Casi 130 personas muertas por secuelas de la inundación. Innumerables secuelas síquicas. Ciudadanía afectada en su mayoría pobres.
Creemos con profunda convicción que la política es ante todo un acto de servicio, por los más humildes, por los más necesitados, por el pueblo todo, por su progreso, por su igualdad de posibilidades y en definitiva, por un futuro y un presente mucho más justo.
Cuando la política se convierte en un concurso de lealtades a espaldas del pueblo, la verdad, la realidad, se transforma en la primera víctima.
Esta triste realidad del 29 de abril de 2003 con sus voces acalladas, con sus gritos sumergidos, con sus gemidos de ayuda, se levantan hoy ante el conciertos de encubrimientos, de lo que queremos denominar La historia de las mentiras verdaderas.
Si nos ponemos a pensar por un instante en el lugar de aquel ciudadano, de aquel ser humano único, identificable por su vida, por sus trabajos, por sus afectos, por su vida misma, lo que habrán sentido en el instante último ante una muerte por inmersión, que no la eligió, que no la esperaba, que no la merecía. Pensemos la posibilidad cierta si ese ser humano podría estar hoy con sus afectos, con su trabajo, con su vida misma.
De allí, solamente desde allí nos podemos identificar con la verdad. Por eso decimos que todo aquel que no parta en esta historia desde ese punto, que no se pregunte por qué murieron, comienza a transitar el camino del encubrimiento, de las lealtades políticas, mafiosas y corruptas, en definitiva el camino de las mentiras verdaderas.
Porque en verdad hay que mentir bien para poder justificar esta historia. He aquí la farsa.
Los personajes aparecen, ora de empleado del estado, ora de consultor furioso, ora de político reciclado. Son los mismos actores atendiendo distintos mostradores. Hay apellidos, las relaciones de socios ocultos, la esposa de, el esposo de, el primo de, los entornos compartidos, y se entenderá la obra misma. Solo hace falta investigar. No la obra de ingeniería, porque esa quedó abierta, sino la Historia de las mentiras verdaderas. No sabía, no me avisaron, no hubo plata, nos descuidamos, no me acuerdo; esa no era mi responsabilidad; en definitiva, en la segunda provincia más rica de Argentina, un terraplén de defensa terminaba en un tapial de mampostería y los pobres, que se jodan.
He aquí la reflexión; de la tragedia y de la farsa.
En las últimas décadas se ha producido el asalto al estado Provincial y Nacional, asalto que conlleva en su seno su desmembramiento, su debilitamiento y la apropiación del mismos bajo intereses corporativos que abarca todos los poderes públicos. Esta y no otra es una de las causales de la tragedia del 2003.
Quienes condujeron esta política, sucesivamente en los tres niveles públicos, entienden que la tragedia no puede ser descubierta, porque es la tragedia misma de su política. Es entonces que nos quieren conducir a la farsa de una tragedia natural.
La justicia en esta tragedia, se parece a la construcción de la defensa del río Salado. Deja una parte abierta por donde se van los meses, las pruebas, los culpables y no se enfrenta a los hechos. Es muy posible que un par de perejiles y rabanitos sirvan de postre para la farsa.
La justicia cuando es lenta no es justicia.
En calle Gorostiaga por donde ingresó el agua debería colocarse una piedra como en la antigÁƒ¼edad hacían los griegos para hacer memoria y que diga: Por aquí ingresó alegremente el Río Salado, e inundó en su mayorías a pobres, murieron más de cien personas según cuentas de cuatros loquitos, como dijo el gobernador Obeid.
Los que murieron, ellos no sabían, nadie les avisó, que vivían en terrenos bajos y al morir se olvidaron de firmarle a la Provincia que no le harían juicio por su muerte. Solamente los caballos del hipódromo se dieron cuenta y se fueron escapando. La justicia todavía no los procesó.
* Docente UNL- Casa de Derechos Humanos