¿Globish?

Una mirada científica al inglés de la ciencia

Lunes 20 de diciembre de 2010

Científicos europeos, asiáticos, latinoamericanos o africanos pueden comunicarse entre sí gracias al uso del inglés. Una docente de la UNL investigó sobre las particularidades del idioma que hoy se usa como vehículo del conocimiento académico.

La ciencia que no se difunde, no es ciencia; por eso tiene un rol fundamental la circulación de los conocimientos generados en ámbitos de investigación. Pero para que científicos de distintas partes del mundo puedan leer, evaluar y retomar trabajos de colegas se hace indispensable un lenguaje común. Hoy, ese rol lo cumple el inglés científico. Desprovisto de expresiones idiomáticas y extraño incluso para los hablantes nativos, funciona como vehículo por el cual circula el conocimiento a nivel internacional.
Mientras que algunos lo llaman “Globish” al actual inglés de uso global, en los hechos sirve como lengua franca. Es decir, dos personas que tienen lenguas maternas distintas pueden usar al inglés como lengua de contacto.
Elsa Grimaldi, docente de la Universidad Nacional del Litoral y profesional del CONICET, se dedicó a estudiar las particularidades del inglés con fines específicos, en este caso, científico. “El inglés es un instrumento más para pertenecer a la comunidad científica. Permite a los investigadores de todas partes del mundo posicionarse en igualdad de condiciones y, si bien durante un tiempo hubo una puja entre los hablantes nativos y los no nativos, hoy está superada”, señaló la experta.
“Basta abrir cualquier ejemplar de alguna revista de distribución internacional para ver que no solo las publicaciones vienen de todas partes del mundo sino que los comités editoriales son realmente internacionales”, remarcó Grimaldi.
Sin embargo el avance del inglés no fue parejo en todas las disciplinas, mientras las duras lo incorporaron rápidamente, existe resistencia en distintas disciplinas sociales. “Sobre todo en las que se nutren de datos o información más local, como es el caso de la arquitectura o el derecho”, contó.

En los resúmenes
Grimaldi analizó los abstracts (resúmenes) presentados por investigadores de la UNL en las convocatorias de Cursos de Acción para la Investigación y el Desarrollo (CAI+D). Luego, comparó los resultados con los obtenidos en investigaciones similares realizadas sobre textos elaborados por investigadores chinos. “La estructura retórica del género no presenta mayores diferencias entre los investigadores chinos, los nativos y los argentinos. Todos conocen y saben cómo son las convenciones del género y escriben de esa forma”, señaló.
Pero el estudio también reveló el uso no estándar de expresiones que aparecen repetidas en los trabajos de los académicos argentinos. “Saber si son ´errores` o usos permitidos en el inglés científico es algo que merece ser estudiado porque suelen no figurar en los diccionarios pero se reiteran en el discurso científico”, recalcó Grimaldi.
“Es necesario describir, estudiar y cuantificar estas particularidades para poder dar a los investigadores las herramientas para escribir bien sus trabajos”, afirmó la docente que realizó la investigación como tesis para obtener el título de Magister en Inglés con orientación en Lingüística Aplicada de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC). 

Por qué en inglés
El inglés no fue siempre la lengua de la ciencia. Hasta mediados del siglo XIX predominaba el latín y desde ese entonces hasta el fin de la primera guerra mundial, fue el alemán. Según explicó Grimaldi, hay distintas teorías que explican el avance del inglés desde mediados del siglo XX pero, ya sea por el éxito norteamericano tras la segunda guerra mundial o el fruto de un plan imperialista concertado a ambos lados del atlántico, el inglés fue ganando terreno en las publicaciones científicas.
“Todas las revistas empezaron esta transformación del idioma vernáculo (o nativo)  para adoptar el inglés para que el conocimiento circule. Si no se transforma en lo que alguien ha denominado ciencia perdida del tercer mundo”, apuntó Grimaldi.
Un ejemplo argentino en el que se ve esta transformación es la Revista Latinoamericana de Ingeniería Química y Química Aplicada que comenzó a publicarse en la década de 1970 en un esfuerzo conjunto de la Universidad Nacional del Sur y el CONICET. “Era una revista regional que publicaba una columna en español o portugués y otra en inglés. Hoy esta publicación se llama Latin American Applied Research y se publica sólo en inglés”, ejemplificó.

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