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“Waorani” y la aventura de rodar una película en la selva

Jueves 8 de septiembre de 2016 / Actualizado el jueves 8 de septiembre de 2016

Se trata del documental sobre una tribu ecuatoriana que muestra la matriz social, las tradiciones y el intento por conservar algo de su autenticidad. Luciano Nacci, su director, revela aquí los detalles de la realización.

Probablemente la única forma de comprender la identidad cultural de un pueblo, etnia o nación sea conviviendo con éstas. En ese sentido, se puede decir que la película documental que nació gracias a la sensible mirada de Edgar Acuña, Florencia Velozo y Luciano Nacci es un interesante aporte al cine antropológico o etnográfico, donde el famoso “choque cultural” –la tensión que se genera cuando entramos en contacto con ese “otro” diferente a “nosotros”- queda a la vista de todos los espectadores.   

Con apenas nueve minutos, esta pieza  resulta ser un registro visual que documenta diferentes momentos de la vida, ancestrales tradiciones y ritos de esta tribu milenaria que habita la profunda selva ecuatoriana, y que pese a que en los últimos años la presión ejercida por la cultura occidental ha sido evidente, aún conservan rasgos de su autenticidad y valores éticos, morales y naturales propios de su comunidad.

Aquí, su director explica cómo fue ser parte de esta experiencia: 

-¿Por qué eligieron a la tribu Waorani para filmar el documental?

-Estaba de vacaciones en pareja cuando viajamos con las cámaras a Bolivia, Perú, Ecuador. Teníamos un amigo por Puyo, una zona muy selvática de Ecuador. Estando allá nos comentó que había varias tribus que vivían en la selva y que podíamos  ir a visitarlas, entonces, surgió la idea de ir hasta allá y filmar algo junto con la tribu “Waorani”.

-¿Cuál fue la idea que quisieron plasmar en el documental?

 -Fue naciendo a medida que rodábamos. Como resultado, el corto intenta mostrar lo que sucedió con esta tribu con el paso del tiempo y la llegada de la sociedad y mundo modernos. Quisimos plasmar cómo se van perdiendo esas costumbres, rituales y hábitos ancestrales. Por ejemplo, las nuevas generaciones han dejado de hablar la lengua waorani, ya no siguen las costumbres de sus antepasados, los más jóvenes van incorporando otro tipo de tecnología, se olvidan de las propiedades medicinales de la tierra, de la Pachamama que te contiene. Creemos que esto pasa mucho con otras tribus y comunidades aborígenes de todas partes, que debido al avasallamiento de la  sociedad moderna hay cosas que se empiezan a perder.

-¿Cómo fue trabajar con ellos?

-Nos recibieron muy bien, aunque nos costó bastante el tema del idioma, porque ellos hablan otra lengua, así que tuvimos que trabajar con un traductor que era de la tribu. Estuvimos conviviendo con ellos unos días y la verdad que fue una experiencia espectacular, porque  íbamos viendo las tradiciones y las costumbres que ellos manejaban, pero desde adentro.

-¿Cuánto tiempo estuvieron en la selva ecuatoriana filmando?

-Estuvimos dos o tres días. El primero fue de convivencia, sin cámara ni nada, para generar confianza y que haya más viabilidad para hablar y que nos cuenten más cosas. Después, el  segundo y tercer día íbamos directo a filmar. Hacíamos entrevistas, los filmábamos en su entorno haciendo las comidas, haciendo sus rituales, así que fue muy interesante.

-¿Cómo se organizó el rodaje?

-Tratábamos de no intervenir, de no molestar, para que no se pierda esa magia. Entonces, las intervenciones eran mínimas, sólo cuando hacíamos las entrevistas y ellos nos explicaban un poco a través de un traductor. En general la cámara estaba lejos de ellos durante su vida rutinaria.

-¿Les resultó cansador?

-Sí. Hacía mucho calor,  había mosquitos por todos lados y nos comentaban que había que tener cuidado con unas víboras de la zona, llamadas las “Triple x”, porque si te picaba no había vuelta atrás. Entonces estábamos medio asustados con ese tema porque había que meterse 200 y pico de kilómetros adentro de la selva para llegar hasta donde vivían. Pero la experiencia fue extraordinaria y el lugar era increíble.

-¿Cómo fue el trabajo de post producción?

-Nosotros, en general, cuando filmamos y llevamos a cabo un proyecto lo empezamos a laburar enseguida, para que no se pierda esa intensidad de rodaje, pero en este caso tuvimos que esperar bastante por el asunto de la traducción. El montaje también fue todo un tema, darle la forma y la duración al film. Al final quedó de nueve minutos, pero teníamos como tres horas de material y había cosas muy interesantes que tuvimos que dejar de lado. Una vez que hicimos la traducción, fueron dos semanas de edición, una de color y otra que utilizamos para definir el sonido y decidir qué música utilizar.  

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