Ciencia y Técnica
Estudian posibles efectos tóxicos del aluminio en el organismo
Martes 6 de abril de 2004
Su presencia puede interferir con la absorción de nutrientes esenciales como calcio, hierro y fósforo. Algunos estudios lo vinculan con enfermedades tan graves como el Mal de Alzheimer. Investigadores de la Facultad de Bioquímica y Ciencias Biológicas se ocupa
Además de ser un material de indiscutida relevancia en construcciones, proyectos arquitectónicos y decoración, el aluminio está presente en lugares que ignoramos: en caramelos antiácidos, en el tratamiento del agua potable que consumimos, en ollas, en utensilios de cocina y hasta en la fórmula de leches maternizadas.
Semejante exposición, imposible de calcular a lo largo de toda una vida, llevó a científicos de todo el mundo a preguntarse si este metal produce alteraciones en el organismo, e incluso si puede vincularse con la aparición de enfermedades graves, como el Mal de Alzheimer.
La misma inquietud moviliza a investigadores del Laboratorio de Investigaciones Fisiológicas Experimentales (LIFE), dependiente de la Facultad de Bioquímica y Ciencias Biológicas de la Universidad Nacional del Litoral (UNL), quienes desde hace varios años Á‚"“a través de distintos proyectos subsidiados- están estudiando la incidencia de aluminio en funciones vitales del organismo y, consecuentemente, en la absorción de nutrientes esenciales.
El metal Á‚"“dicen los investigadores- interfiere en la absorción del calcio, del fósforo y del hierro, especialmente en personas con funciones renales y hepáticas disminuidas, lo que puede provocar anemia, fragilidad ósea, y alteraciones en el flujo biliar, entre otras consecuencias.
Para llegar a estas apreciaciones, el equipo realiza investigación básica en ratas y pollos a los que se les administran dosis de aluminio relativamente similares a las que un ser humano está expuesto durante toda su vida.
Sin embargo, "existen personas que están más expuestas, debido a que tienen funciones deterioradas: problemas renales, hepáticos o aquellos que han tenido un transplante o se exponen periódicamente a tratamientos de diálisis. En ellos es más inminente el peligro por contaminación por aluminio", completó el docente, quien prefiere ser precavido a la hora de explicar las consecuencias tóxicas de la exposición al metal: todo depende Á‚"“dice- de la calidad de vida, y de cómo funcione el organismo de las personas expuestas.
Á‚¿Por qué? Porque el aluminio, como muchos de los elementos tóxicos que ingresan al organismo, se elimina a través del riñón, función que no cumplen plenamente los enfermos renales. Además, altera la función hepática (disminuye el flujo de bilis), lo que incide en la función más importante del hígado, que es la detoxificación de sustancias que ingresan al organismo.
Tras ingresar al organismo, el aluminio interfiere con el "trabajo" de las células y les impide metabolizar adecuadamente elementos tan importantes como el calcio y el hierro, por ejemplo. "Como el aluminio es extraño a la célula, interfiere con la función normal de ciertas proteínas implicadas en el metabolismo de estos elementos esenciales y produce entonces una alteración de los procesos celulares", explicó la Bioq. Stella Mahieu, subdirectora del proyecto de investigación.
En otras palabras: en presencia del aluminio, el calcio se absorbe menos, lo que puede llevar a la fragilidad ósea (y a dificultades en el crecimiento, para los más chicos); también se absorbe menos hierro, lo que posiblemente derive en una anemia; y menos fósforo, un constituyente esencial de huesos y dientes.
"La presencia del aluminio en el organismo es mínima cada día, pero a lo largo de 30 o 40 años no sabés cuánto aluminio podés haber acumulado", dicen los integrantes del grupo de investigación.
Por ejemplo una olla de aluminio que contenga alimentos con ingredientes ácidos, calentada a fuego directo, puede llegar a solubilizar una cierta cantidad del metal, en general muy pequeña, que puede pasar al alimento. Si este proceso se repite diariamente, durante mucho tiempo, podemos estar ingiriendo cantidades importantes de aluminio soluble -la forma química quizás más potencialmente perniciosa- sin darnos cuenta.
En los últimos años, la distribución del aluminio se ha extendido fundamentalmente, por lo que "hay muchas fuentes de posible intoxicación: el tratamiento de aguas, los antiácidos digestivos, los envoltorios de los alimentos, los utensilios", comienzan a enumerar los investigadores. También se lo puede hallar en: filtros de cigarrillos, latas, amalgamas dentales, desodorantes, aerosoles nasales y otros compuestos médicos, leches maternizadas, ciertas hojas de té, sal de mesa y hasta polvo de hornear. Ante este panorama, los investigadores del LIFE prefieren no alertar a la población: los efectos Á‚"“aseguran- son potenciales, y no cualquier exposición es capaz de generar consecuencias.
Sin embargo, pueden enunciarse algunas sugerencias para disminuir los riesgos, dirigidas especialmente a los organismos encargados de la salud pública, en el sentido de extremar los controles sobre los medicamentos de venta libre que contienen compuestos de aluminio y en especial las soluciones para alimentación parenteral, que pueden estar contaminadas con el metal. Asimismo no descuidar las mediciones de los niveles de aluminio del agua potable para consumo de la población general y muy especialmente en el agua que entra a las unidades de diálisis.
Equipo de investigación: Dr. Daniel Orihuela, Prof. Bioq. Stella Mahieu, Bioq. Marcela González, Bioq. Néstor Millen, Bioq. María del Carmen Contini.
Semejante exposición, imposible de calcular a lo largo de toda una vida, llevó a científicos de todo el mundo a preguntarse si este metal produce alteraciones en el organismo, e incluso si puede vincularse con la aparición de enfermedades graves, como el Mal de Alzheimer.
La misma inquietud moviliza a investigadores del Laboratorio de Investigaciones Fisiológicas Experimentales (LIFE), dependiente de la Facultad de Bioquímica y Ciencias Biológicas de la Universidad Nacional del Litoral (UNL), quienes desde hace varios años Á‚"“a través de distintos proyectos subsidiados- están estudiando la incidencia de aluminio en funciones vitales del organismo y, consecuentemente, en la absorción de nutrientes esenciales.
El metal Á‚"“dicen los investigadores- interfiere en la absorción del calcio, del fósforo y del hierro, especialmente en personas con funciones renales y hepáticas disminuidas, lo que puede provocar anemia, fragilidad ósea, y alteraciones en el flujo biliar, entre otras consecuencias.
Para llegar a estas apreciaciones, el equipo realiza investigación básica en ratas y pollos a los que se les administran dosis de aluminio relativamente similares a las que un ser humano está expuesto durante toda su vida.
"Potencialmente tóxico"
"Los efectos del aluminio son potencialmente tóxicos", comenzó a explicar el Dr. Daniel Orihuela, director del trabajo de investigación Interacciones del aluminio con los nutrientes esenciales: calcio, hierro y fósforo. Estudios toxicológicos en modelos animales, que llevan adelante docentes-investigadores del LIFE.Sin embargo, "existen personas que están más expuestas, debido a que tienen funciones deterioradas: problemas renales, hepáticos o aquellos que han tenido un transplante o se exponen periódicamente a tratamientos de diálisis. En ellos es más inminente el peligro por contaminación por aluminio", completó el docente, quien prefiere ser precavido a la hora de explicar las consecuencias tóxicas de la exposición al metal: todo depende Á‚"“dice- de la calidad de vida, y de cómo funcione el organismo de las personas expuestas.
Á‚¿Por qué? Porque el aluminio, como muchos de los elementos tóxicos que ingresan al organismo, se elimina a través del riñón, función que no cumplen plenamente los enfermos renales. Además, altera la función hepática (disminuye el flujo de bilis), lo que incide en la función más importante del hígado, que es la detoxificación de sustancias que ingresan al organismo.
Metabolismo alterado
El aluminio fue un metal considerado atóxico e inofensivo hasta que, en 1962, se halló la primera asociación entre exposición crónica al aluminio y la encefalopatía. En 1969 se describieron fracturas en pacientes hemodializados. Allí comenzó a descubrirse que el aluminio es un metal capaz de interferir con una gran variedad de procesos celulares y metabólicos del sistema nervioso y de otros tejidos del organismo humano.Tras ingresar al organismo, el aluminio interfiere con el "trabajo" de las células y les impide metabolizar adecuadamente elementos tan importantes como el calcio y el hierro, por ejemplo. "Como el aluminio es extraño a la célula, interfiere con la función normal de ciertas proteínas implicadas en el metabolismo de estos elementos esenciales y produce entonces una alteración de los procesos celulares", explicó la Bioq. Stella Mahieu, subdirectora del proyecto de investigación.
En otras palabras: en presencia del aluminio, el calcio se absorbe menos, lo que puede llevar a la fragilidad ósea (y a dificultades en el crecimiento, para los más chicos); también se absorbe menos hierro, lo que posiblemente derive en una anemia; y menos fósforo, un constituyente esencial de huesos y dientes.
En todas partes
El aluminio tiene otra característica: es bioacumulativo, es decir que no puede ser eliminado del organismo fácilmente; y se incrementa con el correr del tiempo, al punto que no es posible saber el nivel de exposición que una persona puede haber tenido a lo largo de toda su vida."La presencia del aluminio en el organismo es mínima cada día, pero a lo largo de 30 o 40 años no sabés cuánto aluminio podés haber acumulado", dicen los integrantes del grupo de investigación.
Por ejemplo una olla de aluminio que contenga alimentos con ingredientes ácidos, calentada a fuego directo, puede llegar a solubilizar una cierta cantidad del metal, en general muy pequeña, que puede pasar al alimento. Si este proceso se repite diariamente, durante mucho tiempo, podemos estar ingiriendo cantidades importantes de aluminio soluble -la forma química quizás más potencialmente perniciosa- sin darnos cuenta.
En los últimos años, la distribución del aluminio se ha extendido fundamentalmente, por lo que "hay muchas fuentes de posible intoxicación: el tratamiento de aguas, los antiácidos digestivos, los envoltorios de los alimentos, los utensilios", comienzan a enumerar los investigadores. También se lo puede hallar en: filtros de cigarrillos, latas, amalgamas dentales, desodorantes, aerosoles nasales y otros compuestos médicos, leches maternizadas, ciertas hojas de té, sal de mesa y hasta polvo de hornear. Ante este panorama, los investigadores del LIFE prefieren no alertar a la población: los efectos Á‚"“aseguran- son potenciales, y no cualquier exposición es capaz de generar consecuencias.
Sin embargo, pueden enunciarse algunas sugerencias para disminuir los riesgos, dirigidas especialmente a los organismos encargados de la salud pública, en el sentido de extremar los controles sobre los medicamentos de venta libre que contienen compuestos de aluminio y en especial las soluciones para alimentación parenteral, que pueden estar contaminadas con el metal. Asimismo no descuidar las mediciones de los niveles de aluminio del agua potable para consumo de la población general y muy especialmente en el agua que entra a las unidades de diálisis.
Equipo de investigación: Dr. Daniel Orihuela, Prof. Bioq. Stella Mahieu, Bioq. Marcela González, Bioq. Néstor Millen, Bioq. María del Carmen Contini.