Controversias

Adultos y consumo de leche, un debate abierto

Viernes 30 de mayo de 2014 / Actualizado el viernes 30 de mayo de 2014

La Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y Alimentación, celebra el 1° de junio el Día Mundial de la Leche. Una investigadora de la Universidad de Campinas, visitó la UNL y planteó la polémica en torno al consumo de leche por adultos.

La imagen de una campaña contra el consumo de leche muestra a una vaca diciendo “no soy tu mamá, no es tu leche”. El slogan elegido hace referencia a uno de los argumentos que esgrimen quienes están en contra del consumo de leche entre adultos. Para ellos, la lactancia está vinculada a la relación entre madres e hijos y no debe extenderse más allá de los meses de la primera infancia. 
Para Adriane Antunes de Moraes, licenciada en Nutrición y con un doctorado en  Alimentos y Nutrición en la Universidad de Campinas, Brasil, el debate en torno al consumo de leche es mucho más amplio que lo que plantean ciertos grupos y las posturas no deben ser tan rígidas. “En todos los alimentos hay cosas buenas y malas. Para algunas personas el consumo de leche puede no hacer bien, pero no es bueno excluirlo de la dieta de todas las personas porque es una fuente de calcio muy importante”, indica. 
Durante una visita a la Universidad Nacional del Litoral (UNL) en el marco del Programa de Movilidad Escala Docente, la Dra. Antunes de Moraes brindó una conferencia en la Facultad de Ingeniería Química (FIQ)), donde abordó varios puntos en discusión sobre este tema, cuestiones que la apasionan y la llevaron a escribir un libro llamado “Leche para adultos: mitos y hechos frente a la ciencia”, publicado en 2009. 

¿Leche no, calcio sí?
La controversia parte de un hecho concreto: el hombre es el único mamífero que continúa bebiendo leche después del destete. Si bien esto es real, también lo es la importancia del calcio en el cuerpo humano, un mineral que se encuentra en la leche y es esencial para los huesos, la coagulación de la sangre, la contracción muscular y a la activación de enzimas entre otras funciones. “La recomendación internacional de ingesta de calcio es muy alta, de 1200 miligramos al día”, explica Antunes. “Cuando tienes una alimentación sin los lácteos, lo máximo que se puede obtener es 400 miligramos diarios y se ven afectadas las uñas, los dientes, los huesos y todo lo relacionado con este mineral”.
Aunque es posible incorporar calcio a la dieta ingiriendo productos no lácteos, como vegetales con hojas verdes, pescados y legumbres, Antunes dijo que hay factores antinutricionales que bajan la biodisponibilidad del calcio y disminuyen su asimilación. En el caso de los suplementos de calcio, que se pueden consumir en pastillas o polvos, la investigadora brasileña explicó que hay nuevos estudios que los vinculan con mayores riesgos de infarto agudo de miocardio. 
Con estos datos, la balanza se inclinaría hacia el consumo de leche, ya que traería más beneficios que riesgos. Pero ¿qué pasa con las personas que no pueden consumirla?

Enzima, mutación y evolución
Hay muchas personas que sufren de intolerancia a la lactosa, un disacárido conocido como el azúcar de la leche, y padecen trastornos digestivos como diarreas, flatulencias y gastroenteritis. Para poder absorber la lactosa hace falta una enzima llamada lactasa, ubicada en la mucosa intestinal. Esta enzima está presente en grandes concentraciones al momento de nacer pero disminuye a medida que se produce el destete. 
Según explicó Antunes, fue necesaria una mutación genética que pasó de generación en generación y de continente en continente para que los adultos pudieran consumir leche. Comenzó con poblaciones del norte de Europa que criaban vacas por la carne y en algún momento empezaron a tomar también la leche y a desarrollar esta enzima siendo adultos. “Esta mutación genética ocurrió en diferentes continentes y pasó por rutas genéticas distintas. En biología decimos que fue una convergencia evolutiva, que es cuando una mutación ocurre por la misma finalidad en diferentes sitios, los que nos hace pensar que es una buena mutación”. 
Muchas personas que tienen intolerancia a la lactosa carecen de esta enzima y si bien no pueden consumir leche hay productos deslactosados que pueden ingerir. Para otras personas, la falta de lactosa se origina en enfermedades congénitas como la galactosemia, que puede causar desde cataratas hasta fallas ováricas antes de los 30 años. “Hay problemas que son graves, que deben ser conocidos y diagnosticados. Para unos hay limitaciones para el consumo de la leche pero no para toda la población”. 
El tercer grupo de personas que no consume leche lo hace por opción. Antunes indica que están los veganos, con una postura muy fuerte y a veces exagerada en contra del consumo de leche en adultos. Después hay grupos que son naturalistas, y también están quienes vinculan este tema con el bienestar de los animales. “Para esos grupos es mejor sacar los huevos que la leche, porque los huevos están listos para consumir pero a la leche hay que sacarla de la vaca y el ternero se queda con poca leche”. 
Las hormonas que reciben las vacas para aumentar su producción y las adulteraciones ilegales de la leche registradas en varios países suman argumentos en contra del consumo de esta bebida. Estas irregularidades generaron campañas con mensajes graves, que por ejemplo asocian a la leche con veneno. “Hay médicos o nutricionistas que dicen en la televisión que no se consuma más leche y que no se la de ni a los niños; es muy grave”. 
Una vez más, el mensaje que la investigadora destaca es que el consumo de leche no debe ser obligatorio ni igual para todos. “A algunas personas la leche no les hace bien pero el yogurt sí; otros no pueden consumir ni leche, ni queso, ni yogurt”, sostiene. “Todas las personas son individuos, no se puede decir esto es bueno para todos o esto es malo para todos”, concluye.

Prensa UNL – prensa@unl.edu.ar

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