Talleres culturales de la UNL

Entre el aprendizaje, la creatividad y la crisis

Martes 22 de octubre de 2002

Los talleres de cultura de la UNL son un espacio para la creación artística y el aprendizaje. La crisis socio-económica ha motivado un mayor acercamiento de los santafesinos. Para algunos, cumplen una función de contención social. Para otros, deben ser espacio

El aprendizaje y la creatividad son dos condiciones que se estimulan en los talleres que se desarrollan en el Foro Cultural Universitario. Desde hace muchos años, para la comunidad santafesina, son el ámbito privilegiado de aprendizaje de un arte, de una artesanía o de un oficio. Teatro, coro, cine, fotografía, plástica, guitarra, literatura, danza y tango son las disciplinas que componen el cuerpo de la propuesta.
Este año, hubo mayores novedades, como son los casos del Coro de Niños, dirigido por María Soledad Gauna; el Taller de Química y Tecnología de la Cerámica, coordinado por Juan “Petti” Lazzarini; y el de Ebanistería y Tallado en madera, a cargo de Alfredo Molina. La incorporación de estos nuevos talleres se vincula con la política que impulsa la Dirección de Cultura de la UNL. “Uno de los principales objetivos es hacer confluir tres áreas fundamentales: la cultura, el arte y la educación. Hemos logrado incrementar considerablemente el número de talleres, y desde el 2000 hemos implementado una serie de seminarios optativos, destinados a los estudiantes de la Universidad y al público en general.”, señaló el Director de Cultura de la UNL, Damián Rodríguez Kees.

Hacer taller

Si se busca una especial característica en los talleres, se la puede encontrar en su modalidad de trabajo. Al ser espacios donde el proceso de aprendizaje no se rige por cánones formales o convencionales, las relaciones entre docentes y talleristas se nutren de una interrelación diferente. Rodríguez Kees, en este sentido, define al taller como una metodología. “La metodología del taller implica que el docente tire una consigna y haga el seguimiento educativo en un plano horizontal, no desde un lugar de superioridad. Eso es un taller, una metodología de trabajo”, afrimó Rodríguez Kees.
Esta concepción toma diferentes matices cuando los involucrados son los chicos. En el Coro de Niños, por ejemplo, los pequeños coreutas no sólo aprenden a cantar, sino que también entienden que forman parte de un grupo y lo asumen como una responsabilidad. “Creo que es un alivio para los chicos tener un espacio donde la plata no importa –afirma la directora de este coro, María Soledad Gauna-. Acá no le ponemos nota. Están cómodos, libres. Se comportan como en la escuela, pero este es un espacio diferente.”
El sentido de pertenencia y el entusiasmo también se contagia en los jóvenes y en los adultos. El Coro Mayor de la Universidad es una clara expresión de ello. Desde la mirada de su Director, Jorge Céspedes, “formar parte de un trabajo en conjunto, va mucho más allá de lo meramente artístico. Acarrea dejar todo vestigio de egoísmo, de insolidaridad, y para eso es necesario conformar un grupo sólido, para luego comunicar lo que podemos realizar, a los compañeros de otros coros, y a toda la sociedad”.
Con el paso del tiempo, la dedicación y el esfuerzo, el trabajo ha tenido buenos frutos para la mayoría de los talleres. El taller de Teatro no es la excepción. Por sus particularidades, la tarea actoral se expresa sobre los escenarios, y allí se advierten los resultados de la labor previa. “El objetivo –dice Darío Giles, docente del taller de Teatro- que me propongo es finalizar cada ciclo con una presentación ó una muestra. De esa manera, hemos hecho obras que pueden llegar a tener un elevado nivel para grupos de iniciación, y eso es posible por la excelente predisposición de los chicos con el trabajo.”

Talleres, Á‚¿espacios de terapia?

Al recorrer diferentes talleres y conversar con sus protagonistas, surge un detalle que no es menor, si se contemplan los tiempos que transitamos. Muchos de los interesados se acercan y participan para relajarse y olvidar, por un momento, los problemas de la vida cotidiana. De alguna manera, esta aparente servicio terapéutico de los talleres, despierta aceptación y rechazos. Hay quiénes no lo ven como una dificultad para la enseñanza y el aprendizaje, y hay otros que reniegan de aceptarlo como natural. Según Giles, “muchas personas se acercan y dicen que ‘es el momento en que me desenchufo de todo, y puedo disfrutar algo distinto’. Siempre digo que el objetivo del teatro no es ese, pero si lo cumple mucho mejor. Si la gente se acerca al teatro no me interesa cuál es el motivo. Si acerca, bienvenido sea” –enfatiza.
Por su parte, Juan Berrón –coordinador del taller de Danza Contemporánea durante la primera parte de este año, y director del grupo Res–, tampoco desestima esa especie de función social que les cabe a los lugares de creación artística. “Si la situación del país lleva a que la gente esté cada vez peor, se supone que lo más terapéutico es hacer una actividad por placer –opina–. Y en danza, esto es mayor, por incorporar mucho más al cuerpo”.
Otra de las voces que expresan con relación a este tema, es la del propio Director de Cultura. Desde su punto de vista, este tipo de actividades, en las que lo primordial es el aprendizaje de una disciplina, exige cierta tenacidad. “Si el taller es bueno, debe regirse por constancia en el trabajo. Muchos de los que asisten para hacer catarsis, se encuentran con que hay que trabajar y, al poco tiempo, desertan.”, explica Rodríguez Kees. Esta postura encuentra puntos de coincidencia con lo que expresa Jorge Céspedes. Él reconoce que en épocas de crisis, es mayor el número de personas que se acercan al arte. Sin embargo, “me niego a aceptar que vengan a cantar por una cuestión terapéutica. Lo nuestro no es un diván –sostiene–. En todo caso, priorizamos lo artístico al tener una inserción en lo social. No nos pasa desapercibido lo que sucede a nuestro alrededor.”
De esta manera, pareciera que la contención social también es una de las tareas que debe desarrollar los talleres de cultura. Sin embargo, y al margen de la discusión acerca de si es o no su responsabilidad, estos ámbitos no están exentos de ser receptores y de reflejar la realidad del país. Una actividad cultural no puede limitarse al mero aprendizaje de técnicas y recursos artísticos. El compromiso y la voluntad de crear, seguramente, también se hacen presentes.

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