Ciencia y Técnica
Los animales también pueden "hablar" de la contaminación ambiental
Lunes 6 de junio de 2005
Se emplean para detectar la incidencia de los pesticidas en los seres vivos; en Santa Fe se estudian ranas que habitan zonas rurales
Científicos de la Universidad Nacional del Litoral (UNL) y de la Universidad de Castilla, en España, trabajan conjuntamente en determinar los niveles de pesticidas que pueden hallarse en ranas que habitan las zonas rurales (especialmente las áreas cultivadas) en Santa Fe, un análisis que puede resultar fundamental para medir el nivel de contaminación al que se exponen los seres vivos en nuestra región.
Tras capturar ejemplares de anfibios en zonas agrícolas de la provincia, los investigadores miden en ellos determinados parámetros bioquímicos que ayudan a identificar el grado de intoxicación de los organismos y sus consecuencias, que Á‚"“según evidenciaron- pueden llegar a provocar severas malformaciones y hasta la muerte.
"Los insecticidas piretroides y herbicidas (como la atrazina, ácido 2.4-diclorofenoxiacético o 2.4-D; todos prohibidos pero aún utilizados en agricultura) generan estrés oxidativo en la célula de los anfibios, y pueden causar perturbación en moléculas biológicamente importantes como los lípidos de las membranas celulares, enzimas o el ADN", explicó el Dr. Rafael Lajmanovich, investigador de la Facultad de Bioquímica y Ciencias Biológicas (FBCB) de la UNL, quien desde hace tiempo estudia el tema a través de diferentes proyectos subsidiados por la casa de estudios y la Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica (ANPCyT).
Desde hace algunos años, el grupo que dirige Lajmanovich inició un trabajo conjunto con el Laboratorio de Ecotoxicología de la Universidad de Castilla-La Mancha, en España, liderado por el Dr. Juan Carlos Sánchez Hernández, un experto que ha seguido de cerca el estudio de efectos tóxicos de plaguicidas y metales en la fauna terrestre (vertebrados en Islas Canarias) y marina (de la Antártida, bajo el Programma Nazionale di Recerca in Antartide, de Italia). Juntos, encararon una investigación para determinar los niveles de exposición de anfibios que habitan zonas rurales santafesinas a plaguicidas organofosforados y carbamatos, presentes en muchos de los productos que actualmente se utilizan en agricultura.
"Nos hemos preguntado reiteradamente si es posible disminuir esa amenaza y creemos que sí; bastaría conocer si es realmente tal, caracterizarla y proponer soluciones a la administración competente para que desarrolle una estrategia de equilibrio entre la protección del ambiente y la productividad agrícola local", dijo el español, y aclaró que "no se trata de luchar contra las aplicaciones de fitosanitarios, sino de preservar al mismo tiempo el ambiente que nos rodea".
"Por eso nos hemos propuesto realizar un estudio lo más completo posible para conocer a fondo el impacto sobre la fauna de anfibios de las aplicaciones de plaguicidas, sobre todo en cultivos de soja en Santa Fe; esta información es importante para la administración pública y en absoluto pretende ser una batalla con el sector agrícola".
Para detectar los niveles de contaminación en un organismo (en este caso, ranas), los investigadores utilizan biomarcadores, especies de parámetros biológicos que sirven para medir la exposición de un ser vivo a la sustancia contaminante y medir la magnitud de sus efectos.
"El uso de más de una especie en el ecosistema de estudio y una batería de biomarcadores (respuestas enzimáticas, daño en el ADN y tejidos, malformaciones, etc.) puede darnos una idea más clara de si una especie en cuestión se enfrentan a un alto riesgo de desaparecer por acción de la contaminación", indicó Sánchez Hernández.
Sánchez Hernández y su equipo de trabajan desde hace cinco años en un programa de evaluación de los efectos tóxicos sobre la fauna silvestre en ese lugar de España, causados por las aplicaciones incontroladas de fitosanitarios. "Las islas aparecen en las estadísticas como una de las regiones españolas de mayor consumo de plaguicidas por hectárea de terreno cultivado (4,062.426 toneladas de fitosanitarios al año); esto nos motivó a estimar el impacto de estas aplicaciones masivas en la fauna de vertebrados puesto que las limitaciones de espacio físico obligan a que la agricultura pugne con los espacios naturales protegidos".
Allí, relevaron que el 88% de ejemplares de lagartos capturados en proximidades de zonas agrícolas en la Isla de La Palma (un total de 290 animales) mostraron claros signos de intoxicación por plaguicidas organosfosforados y carbamatos.
"El 90% de los lagartos que capturamos en la Isla de La Palma presentaron inhibición de la enzima (proteína) denominada técnicamente butirilcolinesterasa (BChE). Este nivel de inhibición de la enzima sanguínea deja desprotegida otra enzima, denominada acetilcolinesterasa (localizada en el sistema nervioso central y con una función crucial en el funcionamiento del mismo), que directamente puede llevar a la muerte del animal", dijo el especialista.
Tras capturar ejemplares de anfibios en zonas agrícolas de la provincia, los investigadores miden en ellos determinados parámetros bioquímicos que ayudan a identificar el grado de intoxicación de los organismos y sus consecuencias, que Á‚"“según evidenciaron- pueden llegar a provocar severas malformaciones y hasta la muerte.
"Los insecticidas piretroides y herbicidas (como la atrazina, ácido 2.4-diclorofenoxiacético o 2.4-D; todos prohibidos pero aún utilizados en agricultura) generan estrés oxidativo en la célula de los anfibios, y pueden causar perturbación en moléculas biológicamente importantes como los lípidos de las membranas celulares, enzimas o el ADN", explicó el Dr. Rafael Lajmanovich, investigador de la Facultad de Bioquímica y Ciencias Biológicas (FBCB) de la UNL, quien desde hace tiempo estudia el tema a través de diferentes proyectos subsidiados por la casa de estudios y la Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica (ANPCyT).
Desde hace algunos años, el grupo que dirige Lajmanovich inició un trabajo conjunto con el Laboratorio de Ecotoxicología de la Universidad de Castilla-La Mancha, en España, liderado por el Dr. Juan Carlos Sánchez Hernández, un experto que ha seguido de cerca el estudio de efectos tóxicos de plaguicidas y metales en la fauna terrestre (vertebrados en Islas Canarias) y marina (de la Antártida, bajo el Programma Nazionale di Recerca in Antartide, de Italia). Juntos, encararon una investigación para determinar los niveles de exposición de anfibios que habitan zonas rurales santafesinas a plaguicidas organofosforados y carbamatos, presentes en muchos de los productos que actualmente se utilizan en agricultura.
Por qué en áreas rurales
En Santa Fe, el espacio agrícola en ocasiones está en íntimo contacto con espacios naturales como los humedales, que cuentan con una riqueza en especies anfibias y de aves realmente privilegiada. Pero ese contacto "puede crear una amenaza irremediable en la fauna silvestre", según indicó Sánchez-Hernández."Nos hemos preguntado reiteradamente si es posible disminuir esa amenaza y creemos que sí; bastaría conocer si es realmente tal, caracterizarla y proponer soluciones a la administración competente para que desarrolle una estrategia de equilibrio entre la protección del ambiente y la productividad agrícola local", dijo el español, y aclaró que "no se trata de luchar contra las aplicaciones de fitosanitarios, sino de preservar al mismo tiempo el ambiente que nos rodea".
"Por eso nos hemos propuesto realizar un estudio lo más completo posible para conocer a fondo el impacto sobre la fauna de anfibios de las aplicaciones de plaguicidas, sobre todo en cultivos de soja en Santa Fe; esta información es importante para la administración pública y en absoluto pretende ser una batalla con el sector agrícola".
Para detectar los niveles de contaminación en un organismo (en este caso, ranas), los investigadores utilizan biomarcadores, especies de parámetros biológicos que sirven para medir la exposición de un ser vivo a la sustancia contaminante y medir la magnitud de sus efectos.
"El uso de más de una especie en el ecosistema de estudio y una batería de biomarcadores (respuestas enzimáticas, daño en el ADN y tejidos, malformaciones, etc.) puede darnos una idea más clara de si una especie en cuestión se enfrentan a un alto riesgo de desaparecer por acción de la contaminación", indicó Sánchez Hernández.
Similares y diferentes
El escenario que presenta nuestra ciudad en sus áreas cultivadas se reitera en muchos otros lugares del mundo, como por ejemplo las Islas Canarias, donde "la falta de información sobre las aplicaciones de fitosanitarios (que a priori son muy altas) y su impacto en el ecosistema resultan muy similares a Santa Fe, más allá de las diferencias geográficas entre ambos lugares", indicó el español.Sánchez Hernández y su equipo de trabajan desde hace cinco años en un programa de evaluación de los efectos tóxicos sobre la fauna silvestre en ese lugar de España, causados por las aplicaciones incontroladas de fitosanitarios. "Las islas aparecen en las estadísticas como una de las regiones españolas de mayor consumo de plaguicidas por hectárea de terreno cultivado (4,062.426 toneladas de fitosanitarios al año); esto nos motivó a estimar el impacto de estas aplicaciones masivas en la fauna de vertebrados puesto que las limitaciones de espacio físico obligan a que la agricultura pugne con los espacios naturales protegidos".
Allí, relevaron que el 88% de ejemplares de lagartos capturados en proximidades de zonas agrícolas en la Isla de La Palma (un total de 290 animales) mostraron claros signos de intoxicación por plaguicidas organosfosforados y carbamatos.
"El 90% de los lagartos que capturamos en la Isla de La Palma presentaron inhibición de la enzima (proteína) denominada técnicamente butirilcolinesterasa (BChE). Este nivel de inhibición de la enzima sanguínea deja desprotegida otra enzima, denominada acetilcolinesterasa (localizada en el sistema nervioso central y con una función crucial en el funcionamiento del mismo), que directamente puede llevar a la muerte del animal", dijo el especialista.
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