Ciencia y Técnica UNL
Reorganizar la vida, en medio del caos
Lunes 12 de mayo de 2003
Profesionales de la Universidad Nacional del Litoral se organizan para brindar a los evacuados la ayuda psicológica que necesitan para enfrentar la tragedia. Dicen que lo importante es escuchar las demandas y tener los oídos permanentemente abiertos.
El piso no era de cemento: era una cancha infinita, con tribunas repletas de hinchas que gritaban su nombre. No vestía una remera gastada, sino la mejor camiseta del mundo, con botines lustrados y un diez en la espalda.
Bajito, despeinado, medio sucio, iba y venía por el Centro de Evacuados que la Universidad Nacional del Litoral (UNL) instaló en la Facultad de Ingeniería y Ciencias Hídricas (FICH), con la pelota entre las piernas, dedicándole goles a su público imaginario, haciendo gestos y pidiendo penal, gambeteando entre rivales inexistentes.
Más allá de esa final del mundo, decenas de familias organizaban su vida en medio del caos: las mujeres secaban ropa, algunos hombres dormían, un sacerdote dirigía una misa a un puñado de fieles, y los voluntarios preparaban las tostadas con leche para la merienda.
Así es la vida dentro de muchos de los Centros de Evacuados que se improvisaron en escuelas, clubes y todo tipo de instituciones que salieron al auxilio de una de las tragedias más grandes que vivió Santa Fe en su historia: la peor crecida del río Salado.
Pero además de la ayuda que a toneladas han brindado manos solidarias de todo el país, además de la comida, la ropa, el abrigo, hay otras necesidades que deben ser cubiertas, aunque no se repare en ellas. Se trata de la asistencia psicológica a los damnificados, obligados a recomponerse como puedan en medio del dolor.
"Es necesario que puedan hablar de lo que les hace falta, más allá de las necesidades básicas: estamos tratando de que la demanda aparezca desde la contención afectiva y psicológica, aunque es algo que muchos no saben que pueden pedir", comienza a explicar la Terapista Ocupacional Marta Corti, docente e investigadora de la Escuela de Sanidad, además de Secretaria Académica de dicha institución, dependiente de la Facultad de Bioquímica y Ciencias Biológicas (FBCB).
Como ella, otros terapistas ocupacionales y estudiantes avanzados de la carrera ponen su voluntad para que la gente pueda salir adelante, y trabajan en distintos centros de evacuados, de acuerdo con la necesidad que éstos presenten. La actividad es coordinada con la Asociación de Terapistas Ocupacionales y con el Colegio de Psicólogos de Santa Fe.
A partir de estos contactos, también surgen inquietudes: organizar un costurero, pedir lana y agujas para sentarse a tejer, pedir apoyo escolar para sus hijos, o establecer un horario para un grupo de oración, lo cual resulta positivo para reestructurar la rutina a la que estaban acostumbrados a vivir cada día.
"Es fundamental escuchar las necesidades reales de cada persona, preguntarles qué les gustaría hacer, qué propondrían para que el lugar sea mejor para ellos, de acuerdo con sus hábitos", agrega Corti.
"Hay gente que ha perdido su rol productivo, o que no lo tenía; gente que ha perdido sus espacios de recreación; y que sostienen las actividades de la vida diaria, pero en un ambiente totalmente diferente del propio", dice la docente. Por eso es necesario que se retomen las rutinas -higiene, alimentación, cocina, hacerse cargo de su propia familia- y se inventen nuevas actividades, para evitar el permanente encierro en el dolor y los problemas.
"Debemos rescatar cuáles son los intereses y cuáles sus costumbres culturales, y a partir de allí volver a empezar. Escuchar y esperar demanda; no hay que dar sin que lo pidan ni generar desde nuestros intereses lo que ellos tienen que hacer. Esa es la clave", agregó. "Esto recién empieza: después viene el drama de la vuelta a, o de la vuelta a nada. Recomendamos que nunca vuelvan solos, que vuelvan con algún referente, con el apoyo de algún terapeuta si es posible, o con algún grupo de vecinos, para evitar el impacto que significa encontrarse con un escenario tan diferente", aconsejó finalmente.
Es normal que ocurra, explica: "Los chicos se angustian y lloran porque están desorientados. Es necesario que se ubiquen en el tiempo (día en que viven) y en el espacio: dónde queda Santa Fe, qué colectivos pasan por acá, dónde queda mi casa". Para eso, terapistas recomiendan el reconocimiento del terreno en el que se encuentran evacuados.
Además sugieren:
Á‚· Evitar el asistencialismo: "No hacer lo que el otro puede hacer por sí mismo".
Á‚· Tener en cuenta que son personas con derechos.
Á‚· Hacerlos protagonistas de la rutina del Centro.
Á‚· Escuchar sus necesidades reales.
Á‚· Plantear los problemas que perturban la convivencia y el saneamiento ambiental y escuchar las sugerencias de solución desde ellos mismos.
Á‚· Asumir responsabilidades que lleven a una rutina más sana.
Á‚· Responsabilizar a las madres del aseo de sus hijos.
Á‚· Conversar con el otro y escucharlo.
Bajito, despeinado, medio sucio, iba y venía por el Centro de Evacuados que la Universidad Nacional del Litoral (UNL) instaló en la Facultad de Ingeniería y Ciencias Hídricas (FICH), con la pelota entre las piernas, dedicándole goles a su público imaginario, haciendo gestos y pidiendo penal, gambeteando entre rivales inexistentes.
Más allá de esa final del mundo, decenas de familias organizaban su vida en medio del caos: las mujeres secaban ropa, algunos hombres dormían, un sacerdote dirigía una misa a un puñado de fieles, y los voluntarios preparaban las tostadas con leche para la merienda.
Así es la vida dentro de muchos de los Centros de Evacuados que se improvisaron en escuelas, clubes y todo tipo de instituciones que salieron al auxilio de una de las tragedias más grandes que vivió Santa Fe en su historia: la peor crecida del río Salado.
Pero además de la ayuda que a toneladas han brindado manos solidarias de todo el país, además de la comida, la ropa, el abrigo, hay otras necesidades que deben ser cubiertas, aunque no se repare en ellas. Se trata de la asistencia psicológica a los damnificados, obligados a recomponerse como puedan en medio del dolor.
"Es necesario que puedan hablar de lo que les hace falta, más allá de las necesidades básicas: estamos tratando de que la demanda aparezca desde la contención afectiva y psicológica, aunque es algo que muchos no saben que pueden pedir", comienza a explicar la Terapista Ocupacional Marta Corti, docente e investigadora de la Escuela de Sanidad, además de Secretaria Académica de dicha institución, dependiente de la Facultad de Bioquímica y Ciencias Biológicas (FBCB).
Como ella, otros terapistas ocupacionales y estudiantes avanzados de la carrera ponen su voluntad para que la gente pueda salir adelante, y trabajan en distintos centros de evacuados, de acuerdo con la necesidad que éstos presenten. La actividad es coordinada con la Asociación de Terapistas Ocupacionales y con el Colegio de Psicólogos de Santa Fe.
La necesidad de expresarse
"Lo que hacemos como terapistas ocupacionales es acompañarlos y proveerlos de recursos, evitando el asistencialismo y apuntando a que cada uno aprenda a reorganizar su vida", indica Corti. Y escuchar, antes que nada, estar atentos a los reclamos y a las necesidades que surjan. Para eso, en el Centro de Evacuados que funciona en la FICH se organizan charlas de contención, dedicadas a que la gente exprese lo que siente, o simplemente conozca con quiénes están conviviendo. "Alguna gente se quiebra, muchos lloran. Y esto es bueno: que lloren si tienen ganas, o que se queden en silencio si lo prefieren. La idea es conocerse y que sepan que existe un lugar en el que puedan sentirse acompañados", agregó la docente.A partir de estos contactos, también surgen inquietudes: organizar un costurero, pedir lana y agujas para sentarse a tejer, pedir apoyo escolar para sus hijos, o establecer un horario para un grupo de oración, lo cual resulta positivo para reestructurar la rutina a la que estaban acostumbrados a vivir cada día.
"Es fundamental escuchar las necesidades reales de cada persona, preguntarles qué les gustaría hacer, qué propondrían para que el lugar sea mejor para ellos, de acuerdo con sus hábitos", agrega Corti.
Actividades productivas
La terapia ocupacional trabaja en tres áreas fundamentales de la vida de los hombres: la recreación, la productividad y las actividades diarias. Y aun en medio del desorden, el objetivo es intentar "desde el sentido común, llevar orden al caos"."Hay gente que ha perdido su rol productivo, o que no lo tenía; gente que ha perdido sus espacios de recreación; y que sostienen las actividades de la vida diaria, pero en un ambiente totalmente diferente del propio", dice la docente. Por eso es necesario que se retomen las rutinas -higiene, alimentación, cocina, hacerse cargo de su propia familia- y se inventen nuevas actividades, para evitar el permanente encierro en el dolor y los problemas.
"Debemos rescatar cuáles son los intereses y cuáles sus costumbres culturales, y a partir de allí volver a empezar. Escuchar y esperar demanda; no hay que dar sin que lo pidan ni generar desde nuestros intereses lo que ellos tienen que hacer. Esa es la clave", agregó. "Esto recién empieza: después viene el drama de la vuelta a, o de la vuelta a nada. Recomendamos que nunca vuelvan solos, que vuelvan con algún referente, con el apoyo de algún terapeuta si es posible, o con algún grupo de vecinos, para evitar el impacto que significa encontrarse con un escenario tan diferente", aconsejó finalmente.
"El problema es a la noche"
"Los chicos no duermen, o lloran desconsolados. Muchas mujeres dicen que el problema mayor es la noche", cuenta Corti, a partir de su experiencia en el diálogo con madres evacuadas.Es normal que ocurra, explica: "Los chicos se angustian y lloran porque están desorientados. Es necesario que se ubiquen en el tiempo (día en que viven) y en el espacio: dónde queda Santa Fe, qué colectivos pasan por acá, dónde queda mi casa". Para eso, terapistas recomiendan el reconocimiento del terreno en el que se encuentran evacuados.
Además sugieren:
Á‚· Evitar el asistencialismo: "No hacer lo que el otro puede hacer por sí mismo".
Á‚· Tener en cuenta que son personas con derechos.
Á‚· Hacerlos protagonistas de la rutina del Centro.
Á‚· Escuchar sus necesidades reales.
Á‚· Plantear los problemas que perturban la convivencia y el saneamiento ambiental y escuchar las sugerencias de solución desde ellos mismos.
Á‚· Asumir responsabilidades que lleven a una rutina más sana.
Á‚· Responsabilizar a las madres del aseo de sus hijos.
Á‚· Conversar con el otro y escucharlo.