Ciencia y Técnica UNL

Tras los pasos del Gigante

Lunes 17 de febrero de 2003

El comportamiento del río Paraná, uno de los más importantes del mundo, está siendo estudiado por un grupo de científicos de la Facultad de Ingeniería y Ciencias Hídricas de la UNL. Aseguran que es posible predecir qué ocurrirá, realizando periódicas medicione

A principios del siglo pasado, el cauce del río Paraná –justo enfrente de la ciudad homónima- llegó a tener un ancho de alrededor de 4.000 metros. Setenta años más tarde, y como consecuencia de fluctuaciones climáticas a gran escala, en el mismo lugar el Gigante se hizo pequeño: tenía 2.500 metros de ancho, un kilómetro y medio menos que varias decenas de años atrás.
Esta conclusión es parte de investigaciones realizadas por científicos de la Facultad de Ingeniería y Ciencias Hídricas (FICH) de la Universidad Nacional del Litoral (UNL), el mismo equipo que alertó, hace una década, que las aguas alcanzarían la antigua traza de la ruta nacional 168, tal como ocurrió días atrás.
A partir de subsidios otorgados por la UNL (Cursos de Acción para la Investigación y el Desarrollo) y por la Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica (Programas de Investigación Científica y Tecnológica ), los profesionales trabajaron en los proyectos “Caracterización de las divagaciones del thalweg del río Paraná” y “La dinámica del thalweg del río Paraná”. Con estos estudios, lograron conclusiones elocuentes que ayudan a comprender la dinámica del río durante los últimos 100 años y, de alguna manera, a predecir qué podría ocurrir durante los próximos años.
“No es posible decir con absoluta certeza qué va a pasar, pero sí se pueden definir tendencias y predecir con cierto grado de aproximación”, indicó el ingeniero en Recursos Hídricos Mario Amsler, director de las investigaciones mencionadas. Aunque para eso, agregó, “es necesario el continuo seguimiento del comportamiento del río y la observación permanente de sus fluctuaciones: sobre esa base se pueden tomar decisiones en tiempo y forma para evitar desastres”.

Tres períodos

A partir de datos propios y recolectados por la Dirección Nacional de Construcciones Portuarias y Vías Navegables, entre otros organismos estatales, los investigadores pudieron reconstruir el escenario del Paraná durante los últimos 100 años. En ese lapso, se reconocieron tres etapas diferenciadas con bastante claridad en el tiempo: los primeros 30 años del siglo XX, cuando el cauce del río manifestó su máxima expresión; un período de disminución de las dimensiones del cauce que se ubica entre 1930 y fines de los 60; y un nuevo período húmedo desde comienzos de los 70 hasta la actualidad.
Durante la primera etapa, por el río escurrieron importantes volúmenes líquidos; tanto, que su ancho –a la altura de la ciudad de Paraná- alcanzó los 4 kilómetros de extensión. Esto se debe a que “el cauce debió ajustarse a la gran cantidad de agua que transportaba el río en ese momento, considerablemente mayor que en el período posterior”, según indicó Amsler.
Entre 1930 y fines de 1960, como consecuencia de fluctuaciones climáticas a gran escala, los caudales medios del río disminuyeron y el cauce se fue adaptando a la nueva situación, llegando a alcanzar un mínimo de 2,5 kilómetros de ancho frente a Paraná, es decir 1,5 menos que decenas de años atrás.
En tanto, a partir de 1970 comenzó un nuevo ciclo húmedo que trajo consigo la afluencia de mayores caudales, claramente reconocibles con las crecientes del 77, 82/83, 92, y 98. “Las inundaciones no son casualidad: por su frecuencia y magnitud son consecuencias de ese ciclo húmedo. El río comienza a transportar mayor cantidad de agua, los caudales medios se incrementan nuevamente y el cauce de nuevo debe ajustarse; lo hace erosionando la margen santafesina, conformada por sedimentos menos consolidados, y acercándose a la ruta (en el tramo frente a Paraná)”, explicó Amsler.
Actualmente, se considera que ese ciclo húmedo iniciado en la década del 70 aún no ha finalizado. “Hasta tanto existan mediciones más sistemáticas y más investigaciones, fundamentalmente en los campos de la hidrología y climatología, no se puede afirmar que ese ciclo húmedo haya finalizado. Y es esperable que el río siga erosionando y adaptando su cauce. Por eso es indispensable el monitoreo continuo”, aseguró Amsler.

Un río dentro del río

Para conocer aspectos de la dinámica hidrosedimentológica del cauce del río, los investigadores se plantearon indagar sobre las características de la zona de máximas profundidades del Paraná, denominada thalweg: se trata de una “corriente concentrada que divaga dentro del cauce principal”, según explican estudios de la FICH, “un verdadero río zigzagueante dentro de otro mayor”.
A fin de responder al interrogante de qué es y cómo se comporta el thalweg del Paraná, el equipo diseñó un procedimiento basado en mediciones de caudal realizadas a lo largo del siglo, en secciones transversales ubicadas en unidades geomorfológicas diferenciadas del curso.
Esas secciones están ubicadas en zonas con un cauce único (expansiones, confluencias, estrechamientos), o se sitúan en áreas con división de la corriente en dos o más brazos debido a la presencia de islas (ensanchamientos). A través de este método, se pudieron establecer el ancho del thalweg y su profundidad media.
A partir de datos relevados en sectores del tramo medio del Paraná, los investigadores detectaron dos situaciones: una época, aproximadamente entre 1930 y 1970, en que el thalweg evidenció un estado de sinuosidad próximo al de un curso recto; y los primeros 30 años del siglo y el período que comienza a partir de 1970, con elevadas sinuosidades y en la actualidad en continuo crecimiento, datos que se asocian con la evolución de los caudales medios del río.
Es que, según indicó Amsler, “en períodos de caudales medios bajos, el thalweg se rectifica y concentra en él un gran porcentaje del caudal total del río; mientras que en períodos húmedos, se hace más divagante y sinuoso”. En ese zigzagueante recorrido, cuando el thalweg se recuesta sobre una margen, el río erosiona y se ensancha, y no es sencillo modificar ese movimiento en un curso de la talla del Paraná.
“Atajar el thalweg del Paraná no tiene sentido”, indicó Amsler, debido a que “la obra que se necesita para eso no sólo es económicamente inviable, sino que no ofrece todas las garantías de seguridad que uno desearía”. “Si el thalweg se recuesta sobre la margen y la erosiona, lo más aconsejable en este caso es alejar la ruta de allí y no oponerse a la tendencia de un curso de la magnitud del que estamos hablando”, agregó. De allí que el equipo recomendó la traza paralela de la ruta nacional 168, a fin de alejarse de la margen. “Si quieren nuevamente una doble vía hay que construir otra, aun más alejada del río”, concluyó el profesional.

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